AS (Valencia)

Berrendero, el preso que comió huevos fritos

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■ A Julián Berrendero, madrileño de San Agustín de Guadalix, le gustaba tomarse unas cervezas en los puertos en el Tour de su debut, en aquel 1936 en el que conquistó la Montaña. Muchas veces lo hacía con Ezquerra. Ninguno de los dos regresó a España al término de esa edición. Tampoco Cañardo. La Guerra Civil había estallado y ambos se quedaron a vivir en Pau.

Berrendero abrió una tienda y un taller. Y continuó con su carrera. En España había gente que no entendía por qué no volvían, pero la República ideó que podían servir para difundir sus valores. La Unión Velocipédi­ca seleccionó al madrileño para el Tour de 1937, a cambio de firmar un manifiesto de adhesión y de ceder la mitad de ganancias a los huérfanos de la guerra. Berrendero ganó ese año en Pau, en la meta de hoy, aunque con un trazado con el Peyresourd­e, el Aspin y el Tourmalet.

En 1938 volvió a correr el Tour, ya sin gloria. Ya en 1939, la España de Franco fue vetada. Berrendero añoraba a su familia, a su novia que le esperaba en Ríos Rosas. Y decidió regresar en septiembre, aunque no pudo pasar de Irún. Fue detenido y estuvo 18 meses en campos de concentrac­ión, en Espinosa de los Monteros (Burgos), en Rota (Cádiz) y en Madrid. En marzo de 1941 fue indultado, con tiempo para ganar la Vuelta a España de ese año y de 1942.

En sus memorias relató cómo recibió la ayuda de un mando durante su cautividad: “Al llegar a Rota nos formaron y nos pasó revista un capitán. Estábamos firmes y se paró delante de mí. Se me quedó mirando y me dijo todo serio: ‘Usted, venga conmigo’. Le seguí asustado y cuando entramos en su despacho me abrazó llorando: ‘No me conoces’, me decía. Era José Llona, un ciclista de Bilbao que había corrido conmigo antes de la guerra. Me dio de comer dos huevos fritos con patatas que me supieron a gloria”.

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