Amigo Rocchi...
El blanco le sentó bien a España hasta el minuto 41 (nos pusimos 0-2), pero los rusos no quieren llegar a su Mundial como meros comparsas. Se echó mucho en falta de la chistera de Isco.
Nos respetan. Jugar a menudo muy bien al fútbol y conquistar un Mundial (2010) y dos Eurocopas
(2008 y 2012) en poco tiempo ha tenido un efecto seductor que empieza a notarse en cómo nos ven y cómo nos tratan. De chaval me desesperaba ver esos arbitrajes que sufría nuestra
Selección, que parecía un muñeco de feria al verse siempre perjudicada en las jugadas más conflictivas. Fui creciendo y esa sensación varió poco, pasando por el codazo sin castigo de Tassotti a Luis Enrique en el estadio Foxboro de Boston, o el inadmisible atropello que sufrimos en Corea (2002) con el tristemente famoso Al Gandhour y el ínclito linier de Trinidad y
Tobago de cuyo nombre no queremos acordarnos ni Camacho ni yo. Perjudicar a España sólo irritaba a los españoles. Y como en la FIFA y la UEFA pintábamos lo justo, pues a otra cosa mariposa. Eso ha cambiado. Ya sé que sólo era un amistoso, pero en San Petersburgo nos encontramos un italiano amigo, un tipo al que no le tembló el silbato para castigar al futuro anfitrión del Mundial con dos penaltis. Uno, inexistente. Cuestión de anatomía. Hombro no es mano ni brazo. El segundo, penaltito. Hay agarrón, pero no sé si con la intensidad como para señalar el punto fatídico. Pero a caballo regalado no le mires el diente. Y Sergio Ramos, torero, transformó los obsequios de
Gianluca Rocchi con la entereza de un killer. Amagó bien en ambos, chutando con energía. Italia no estará en el Mundial de Rusia (¡porca miseria!), pero ojalá esté Rocchi representando al fútbol transalpino y volvamos a encontrarnos en el camino...
La racha. Aunque el resultado era lo de menos, el 3-3 final lo doy por bueno dado que mantiene esa condición de invicto de la España de Lopetegui. En 16 partidos hemos ganado 12 y empatado cuatro. Más de 50
goles a favor (52) y 10 en contra. Números de equipo sólido, fiable y comprometido con su nuevo dueño de la pizarra y las emociones. Julen tiene planta y corazón de futbolista en activo. Los jugadores le ven como un hermano mayor y no como un jefe. Si ven cómo miraban los suplentes rusos a su seleccionador Cherchesov (el tipo es natural de Osetia del Norte y no te le imaginas gastando bromas ni en la cena de Nochebuena) mientras éste les abroncaba, entenderán la diferencia.
Tres centrales. Me enganchó esa apuesta táctica cuando el
Madrid de Del Bosque ganó a lo grande la Octava (año 2000) alineando juntos a Iván Campo,
Helguera y Karanka para paliar la ausencia de Hierro. Pero en
Girona ya la salió rana a Zidane cuando lo probó en la segunda parte, al igual que en Wembley ante el Tottenham. Julen repitió experimento en los segundos 45 minutos ante los rusos. Ello no evitó que Smolov, en el área, y Zhirkov, por la izquierda, nos buscasen las cosquillas mucho más de lo deseable. Encajar tres goles en un bolo no es preocupante, pero sí nos permite concluir que esas apuestas es preciso trabajarlas más para no mostrar esas fisuras...
Alba, pichichi. Si Ramos alcanzó a Hierro en goles metidos con España jugando de defensa (el malagueño firmó otros 16 más actuando de centrocampista), Jordi Alba se unió a la fiesta goleadora de los zagueros con su segundo gol en cuatro días. Cabezazo a lo Morata. Desmarque y frentazo perfecto. Aquí, Jordi Alba es otro. La confianza hace mucho en la vida.
A por Alemania. A finales de marzo nos veremos las caras con Alemania. Eso es un ensayo de verdad. Los germanos no te regalan ni los buenos días. Lo importante es llegar a Rusia sin lesionados y con la moral intacta. Obligados a ser optimistas.