AS (Valencia)

Rodrigo da ventaja

El Valencia remontó por fe ● Marcaron Guedes, tras fallo de Sivera, y Rodrigo ● El golazo de Sobrino da esperanzas al Alavés ● Eliminator­ia abierta

- CONRADO VALLE REPORTAJE GRÁFICO ALBERTO IRANZO Y DAVID GONZÁLEZ

EI Valencia llegará la semana que viene a Mendizorro­za con ventaja tras remontar por obra de Guedes, con ayuda de Sivera, y Rodrigo Moreno, cuya aparición en el partido fue determinan­te, un soberbio gol de Rubén Sobrino, que empotró el balón en la escuadra de Jaume con un disparo desde más allá de 30 metros. El Alavés dejó constancia en Mestalla que es otro desde la llegada de Abelardo e hizo honor a su condición de último finalista del torneo, teniendo contra las cuerdas durante muchas fases a un aspirante a todo en esta Copa del Rey como quiere ser el Valencia de Marcelino.

Los vitorianos desmontaro­n cualquier teoría sobre cometidos y prioridade­s de cada uno. La Liga será la madre para ellos y la Copa, por temor al descenso, solo una prima lejana, pero Abelardo, aunque introdujer­a hasta ocho cambios con respecto al ‘11’ del Sevilla, le ha dado al Alavés solidez defensiva, veneno en los contragolp­es y autoestima a sus jugadores. Por ello, como quiera además que los de Marcelino suelen entrar a los partidos 5’ después que los rivales, Sobrino y Hernán Pérez (una al palo) tuvieron varias ocasiones en la primera mitad, oportunida­des de las que se acordarán en los próximos días y veremos si también tras los 90’ que restan en Mendizorro­za.

Sobrino recordó a los presentes en Mestalla por qué pasó un verano con el primer equipo del Real Madrid y otro fichó por el Manchester City. Por más que su primer disparo desde el vértice del área pequeña no encontrara portería cuando el manchego había regateado inclusive a Jaume, con su velocidad y diagonales amargó la velada de Garay y Gabriel. Suyo fue también el segundo disparo, éste repelido por Gabriel, y también firmó la asistencia que acabó con remate de Hernán Pérez, que no fue gol porque el palo no quiso. Todo ello pasó en solo cuatro minutos, y lo mejor de Sobrino estaba todavía por venir.

El Valencia, al que Marcelino vistió de domingo con su alineación, se había salvado de primeras sin saber cómo. Los blanquineg­ros asustaban más por nombre que por juego colectivo. Esa partida se la ganó el Alavés. Y así, mientras que los de Marcelino solo inquietaro­n durante toda la primera mitad a Sivera con dos disparos lejanos de Kondogbia y Guedes, Jaume tuvo que salvar de nuevo a los suyos con una mano fuerte abajo tras disparo de Hernán Pérez, que en paralelo a Guidetti se había plantado en el área ché a velocidad de crucero tras recuperar Sobrino en su propio campo. A Parejo no encontró en Vietto ese ‘otro’ Rodrigo con el que asociarse para romper líneas, mientras que Guedes se encontró con un inspirado Martin, que tiene pinta de ser uno de esos canteranos que saben hacer carrera en tiempos de vacas flacas.

El paso por el vestuario no alteró el transcurri­r del encuentro. Cierto es que el Alavés empezó a tener cada vez menos el balón y también a ver desde muy lejos a Jaume, si bien, el Valencia tampoco inquietaba a Sivera. En verdad, durante los primeros minutos de la reanudació­n no pasó absolutame­nte nada. Eso era bueno para los vascos. Marcelino agitó el árbol. Rodrigo, a jugar por Andreas, y Guedes, a banda derecha. Fue con el hispano-brasileño en el campo cuando empezaron a pasar cosas. Realmente pasó todo.

El Valencia, ahora sí, enseñaba sus dientes. Primero con una ocasión de Vietto y después con un disparo de Guedes. Sin embargo, en esa fase de conato de asedio, llegó el gol de Sobrino. Soberbio, tremendo. El delantero colocó un testarazad­o desde más de 30 metros en la escuadra de Jaume; un gol, golazo mejor dicho, con el que el Alavés se desquitaba de cuantas ocasiones había malogrado durante los 65’ anteriores.

Reacción. Pero si algo le ha dado Marcelino a su Valencia es fe, un equipo que además recibió de la grada ese empujón necesario para levantarse tras semejante golpe bajo que le había endosado Sobrino. A esa sinergia espiritual se sumó una pizca de fortuna, o simplement­e un error de Sivera, según se quiera entender. El guardameta se ‘tragó’ un disparo de Guedes, que más bien era un centro, y con ello el Valencia firmó el empate. Restaban 17’, tiempo que se le podían hacer muy largo al Alavés, más cuando en el 77’ Diéguez vio cartulina roja por zancadille­ar a Guedes. Fue a falta de 8’ para la conclusión cuando Rodrigo, el único titular que no alineó de inicio Marcelino y a la postre el jugador más decisivo, anotó un segundo gol que da una ventaja tan escueta como excesiva por los méritos.

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