Ese grito se convirtió en el 0-1
Cuando el pasado viernes salió la bola del Sevilla, emparejándolo con el Atlético de
Madrid, un grito de júbilo resonó en el vestuario del
Valencia. Eso significaba que los cuartos de final les mediría con el Alavés, el rival deseado. En ese mismo momento, el Valencia empezó perdiendo la iniciativa en la eliminatoria. Marcelino lo dejó caer en rueda de prensa, señal de que no le había gustado nada. Y en la primera parte de ayer, se vio claro y meridiano. El equipo salió pensando que el partido y la eliminatoria caerían por su propio peso. Pero lo que pudo caer, en los primeros cinco minutos, fueron dos goles en contra.
Ni mucho menos hablo de menosprecio al rival pero sí de exceso de confianza. “No lo he sabido transmitir”, entonó el ‘mea culpa’ Marcelino, tras el partido. El caso es que en el descanso sí lo supo transmitir y el Valencia se puso en modo remontada. Con un gran segundo tiempo, al menos le dio la vuelta al partido. Habrá que sufrir mucho en Mendizorroza para pasar. Este equipo de
Abelardo nada tiene que ver con el Alavés deprimido de los primeros meses de la temporada. Pero al menos se va a Vitoria con una ligera ventaja. Llega una semana difícil, con Las Palmas,
Alavés y Real Madrid en sólo ocho días. El calendario se empina. Y el Valencia tiene que demostrar ahora de qué pasta está hecho. Si tiene poso o no, que decía ayer Marcelino.