AS (Valencia)

Ese grito se convirtió en el 0-1

- JULIÁN BURGOS

Cuando el pasado viernes salió la bola del Sevilla, emparejánd­olo con el Atlético de

Madrid, un grito de júbilo resonó en el vestuario del

Valencia. Eso significab­a que los cuartos de final les mediría con el Alavés, el rival deseado. En ese mismo momento, el Valencia empezó perdiendo la iniciativa en la eliminator­ia. Marcelino lo dejó caer en rueda de prensa, señal de que no le había gustado nada. Y en la primera parte de ayer, se vio claro y meridiano. El equipo salió pensando que el partido y la eliminator­ia caerían por su propio peso. Pero lo que pudo caer, en los primeros cinco minutos, fueron dos goles en contra.

Ni mucho menos hablo de menospreci­o al rival pero sí de exceso de confianza. “No lo he sabido transmitir”, entonó el ‘mea culpa’ Marcelino, tras el partido. El caso es que en el descanso sí lo supo transmitir y el Valencia se puso en modo remontada. Con un gran segundo tiempo, al menos le dio la vuelta al partido. Habrá que sufrir mucho en Mendizorro­za para pasar. Este equipo de

Abelardo nada tiene que ver con el Alavés deprimido de los primeros meses de la temporada. Pero al menos se va a Vitoria con una ligera ventaja. Llega una semana difícil, con Las Palmas,

Alavés y Real Madrid en sólo ocho días. El calendario se empina. Y el Valencia tiene que demostrar ahora de qué pasta está hecho. Si tiene poso o no, que decía ayer Marcelino.

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