Con azúcar... Moreno
Rodrigo y Gerard calibran su pegada en Mestalla
Mestalla inicia hoy la cuenta atrás para volver a ser estadio Champions el curso que viene. El Valencia está a tiro de 9 puntos de asegurarse matemáticamente quedar entre los cuatro primeros; además, los blanquinegros jugarán hoy con el plus emocional de saber que de ganarle al Espanyol recortarán puntos al segundo, al tercero o a los dos, es decir, al Atlético o al Real Madrid. Los de Quique juegan en Mestalla por más bien poco. Ni lo han hecho tan mal como para tener que estar mirando hacia abajo en la clasificación ni han sido lo suficientemente regulares como para pelear a estas alturas por Europa.
Al partido llega de dulce Rodrigo Moreno. El internacional está a un gol de igualar su mejor racha de jornadas consecutivas marcando como profesional. Suma 5 goles en las últimas cuatro, unas actuaciones con los que está reservando billete para Rusia, país que también aspiraba visitar con España otro delantero de apellido Moreno y de nombre Gerard. Ellos, Rodrigo (14 goles en Liga)) y Gerard (12 goles) ponen la azucar; Marcelino y Quique, la pizarra. La admiración entre Marcelino y Quique es mútua; sus situaciones profesionales, opuestas. El asturiano no solo sabe dónde estará el año que viene sino que en breve negociará su renovación. Quique, que siempre que pisa Mestalla siente añoranza, también tiene otro año más de contrato con el Espanyol, aunque todo lleva a pensar que no lo cumplirá. Uno, Marcelino, ha conseguido hacer un vestuario y un equipo acorde a su imaginario ideal; el otro, el madrileño, lamenta y protesta porque le dijeran una cosa en verano e hicieran otra.
Marcelino, hoy, pondrá en liz su once de gala. Ese que sus aficionados relatarían de memoria. Con la única duda de si apostará por Zaza o por Mina, que contra el Espanyol se inspira (2 goles en 3 partidos). Quique tiene la duda si apostar, tras olvidarse de ellos, por Hermoso o Sergio Sánchez para suplir a Duarte.
Dispares Un Valencia que tiene a tiro volver a la Champions; un Espanyol, sin objetivos