AS (Valencia)

Overbookin­g para Kiev

Bale reclama un sitio, con dos goles, e Isco defiende el suyo, con otro ● Achraf dejó un mensaje para el futuro ● El desánimo redujo a cenizas al Celta

- LUIS NIETO

La final de la Champions quedó oficiosame­nte inaugurada ayer en el vestuario del Madrid. El equipo de Zidane abandonó el asiento trasero en el que ha viajado buena parte de esta Liga para su penúltimo autodiagnó­stico. Las conclusion­es son que Bale levanta la mano, que Isco no afloja, que Benzema tiene que espabilar, que Keylor es un sedante para el entrenador, que los titulares son mejores que los suplentes. El Celta, valiente de salida, no entorpeció en la ITV. Le cuesta aún más que al Madrid interesars­e por esta Liga. El resultado dañó su reputación.

Y uno que no cuenta para la final, que no ha contado para casi nada, Achraf, dejó un mensaje para el futuro. Metido entre los mejores dejó una gratísima impresión de medio campo hacia adelante. Está a falta de un Erasmus para echar la puerta abajo.

Alguna utilidad tiene esta postempora­da de castigo a la que se ve sometido el Madrid. Zidane tiene nueve seguros para Kiev y algunas dudas sobre los dos acompañant­es de Cristiano. Más desde el duelo ante el Celta, en el que repentinam­ente regresó Bale como crack mundial. En realidad llegó como tal, pero acabó desviándos­e de la línea sucesoria de Cristiano, que le correspond­ía por puesto, precio e inclinació­n presidenci­al. Un jugador suntuoso que se va y vuelve y que presentó su candidatur­a para la final con un partido espléndido, sin perder el hilo del golazo que hizo en el Camp Nou, la última vez que se le vio coleta.

El partido quedó, con el Celta en labores de observador, en un mano a mano entre el galés e Isco, que tampoco se ha mejorado a sí mismo en el curso y que regresaba de una lesión menor. Dos jugadores de perfiles bien diferentes, la aparición y la participac­ión, que se hicieron indefendib­les para el equipo de Unzué, visiblemen­te desconecta­do de la competició­n. Demasiados jugadores andan a la fuga.

El Madrid, en versión sinfónica, le hizo pedazos con maniobras sencillas: las insistente­s acometidas de Achraf, un lateral de gran porvenir cuando adquiera automatism­os defensivos y cierta sutileza en el pie, y de Marcelo; el manejo de Isco; la suave conducción de Modric y la alta velocidad de Bale. El galés metió dos goles en media hora, resumen de sus virtudes: el primero, a la carrera (superó los 32 kilómetros hora en su acelerón), en servicio de Modric; el segundo, de altísima gama, con recorte junto a la banda derecha y zurdazo con ángulo restringid­o. Un lujo. Entre un tanto y otro le anularon un gol al Celta, por fuera de juego existente, previo penalti ignorado a Brais Méndez, también existente. Ese lance y un cabezazo de Wass felinament­e adivinado por Keylor, otro que llega impecable a Kiev, dejó el Celta antes de sacar bandera blanca. En el partido, a falta de ilusión, aún le quedaba el ilusionist­a, Isco, que mandó a la red una de sus roscas de derecha. Otro golazo en medio de una letanía de pases y en las narices de Benzema, el tercer hombre, que se vio rezagado.

Después del descanso recibió su recompensa Achraf, ayudado por Sergio Álvarez, y reformó su ataque al completo Zidane, por ampliar el casting, con los dos más cualificad­os aspirantes: Asensio y Lucas Vázquez. Un centro del balear desviado por Sergi Gómez acabó en el quinto gol. Y es que los que llegaron mantuviero­n el nivel. Unzué no le evitó a Iago Aspas el trago de los últimos minutos, en los que Kroos contribuyó a la causa. Y el Celta, sin final de la que alimentars­e, demostró que de esta Liga se ha ido aún antes que el Madrid.

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