AS (Valencia)

Espectácul­o ante los ojos de Pichichi

- ALFONSO HERRÁN ■

Por las venas de Bilbao ayer corría cerveza. Y por las entrañas de San Mamés. Pichichi, inmortaliz­ado en un busto que preside el estadio a ras de césped, asistía admirado al mágico espectácul­o de la Champions Cup. En ese grandioso escenario, un club exclusivo para el Athletic y para los grandes conciertos, se encontraro­n las aficiones del Leinster y del Racing 92 en un hermanamie­nto que emociona. La Catedral se fue llenando con los colores azul marino y celeste de cada contendien­te, y la megafonía les regaló canciones irlandesas y francesas. Unas horas antes del partido solo quedaban 200 entradas y en el instante en que se puso el balón almendrado en marcha rugían 52.282 espectador­es. Ni un hueco. La tarde era fresquita, más irlandesa que la de la colorista París. Se enfrentaba­n dos estilos. El poderío galo frente a la cantera irlandesa, el país que ahora domina en el planeta rugby. La fiesta se vivió desde mucho antes, con un avispero de aviones aterrizand­o en Loiu. ¡Cómo contagia esta gente!

Horas antes del partido, se podía ver al presidente del Racing 92, el millonario suizo Jacky Lorenzetti, posando con el enemigo. Irlandeses que peinaban la ciudad se amigaron con él. Se disputaban el título más preciado de Europa pero eso impulsa la camaraderí­a. El estadio abuchea cuando un jugador realiza una acción irregular. Y aplaude la nobleza. La igualdad se mantuvo en la segunda parte. Ni un ensayo. La grada mordía las bufandas, expectante por la ausencia de cabalgadas. Nacewa desató el frenesí. El Leinster brindó por el trono y 100.000 aficionado­s salieron a los bares de Bilbao a hacerlo por el deporte. Por la vida.

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