AS (Valencia)

Una final a tumba abierta

- DANI GARRIDO (@garridocar­rusel)

Una final de vértigo. Dos finalistas sin complejos, dos equipos que no mirarán lo que hace el rival. Dos escuadras de nula especulaci­ón, que imaginan el avance con el balón en un campo cuesta abajo. Una final de pie a fondo en el acelerador, de lengua fuera en el minuto 60, de pelota a la espalda. Vértigo absoluto y puede que ensalada de goles. En un campazo, allí España levantó su tercera Eurocopa, con aquel histórico 4-0 a Italia, con el gesto de Iker de “basta ya”. Allí Zidane puede hoy alcanzar al mito Bob Paisley y a su profesor Carlo Ancelotti con tres Orejonas.

Zidane, un ganafinale­s sin fallo (7 de 7) ante Jurgen Klopp,

un entrenador que contagia, que saca chispas a equipos de segundo escalón, que se agarra a su tridente, a su BBC particular que en Madrid parece desterrada. Y a Salah,

un héroe inesperado. Ha sido una semana en la que nos hemos empapado con Michael Robinson de lo que significa el Liverpool, en la que hemos recordado con Del Bosque y el Madrid de los García que hubo un día en el que los ingleses fueron mejores. Sólo un Real Madrid-Milán suma más títulos de Copa de Europa que el de hoy (19-17). Os esperamos en Carrusel.

El amigo de Tito. Vilanova vio en Rubi un enorme proyecto de entrenador. Tanto que intentó que trabajara con él al menos en tres oportunida­des. El técnico, que ha conseguido el histórico ascenso del Huesca, aceptó a la tercera. Con un Tito que venía de la imperial Liga de los 100 puntos. Un buen tándem separado por la cruda realidad. Rubi (de rubio) llevó su método al Alcoraz, prima el detalle, la charla táctica, el análisis hasta la extenuació­n si fuera necesario, apoyado en futbolista­s como Remiro, Pulido, Melero, Gallar o Cucho. Su figura es interesant­e y, si no hay novedad, firmará por el Espanyol, en realidad es una vuelta a casa, allí estuvo tres temporadas dirigiendo al filial perico. Tendrá éxito o fracasará, pero no será jamás por falta de trabajo.

Laso, reinar sin alzar la voz. Un tipo normal, sin estridenci­as, trabajador, sin aires de grandeza. Pablo Laso es ya una de las figuras más importante­s de la historia moderna del Madrid de baloncesto. No son sólo los 14 títulos, sino la forma de afrontar la adversidad, esa que no le ha permitido contar con la plantilla sana hasta el tramo final. Cero quejas. La lesión de Llull, también la de Kuzmic, un jugador que venía para ser un pívot trascenden­tal. Problemas físicos de todos en algún momento de la temporada. Llega a Belgrado y se cepilla a los dos ogros de la Final Four, CSKA y Fenerbahçe. Es cierto, hoy día el Real Madrid tiene, segurament­e, a los dos mejores jugadores que no militan en la NBA: Llull y Doncic. Ojalá una fórmula científica determinar­a el porcentaje de mérito que tiene Laso en el crecimient­o de ambos, que es alto. Ya come en la mesa de mitos como Ferrándiz y Lolo Sainz.

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