AS (Valencia)

Antoine Vayer “El ciclismo no cambia: siguen aún los mismos”

- J. A. EZQUERRO

Antoine Vayer era técnico del Festina cuando estalló el escándalo el 8 de julio de 1998. Entonces colaboró con la justicia y ahora se ha convertido en un azote del dopaje. Ha creado plataforma­s de investigac­ión y colabora con medios. En estas líneas habla con As sobre el pasado y el futuro.

➥ Usted era técnico del Festina el 8 de julio de 1998, cuando explotó el escándalo de dopaje en el Tour. Cuéntenos su historia.

—Efectivame­nte, me encontraba empleado como entrenador. Fue una buena época. El Festina se convirtió en el primer equipo que introdujo preparador­es. Había dopaje, pero también muchas cosas buenas. Estudié con Bruno Roussel, el director deportivo, y corrimos juntos de amateurs. Él me contrató y me dio la oportunida­d, aunque siempre dejé las cosas claras: nunca emplearía el dopaje. Christophe Bassons fue el único ciclista que se negó a hacer algo ilícito, y yo traté de combatirlo desde dentro, pero me cerraban las puertas en las reuniones.

—¿Cómo realizaba entonces su trabajo?

—Yo fui el pionero en algunos de los métodos modernos: concentrac­iones en altura, estudios de vatios, SRM, cuidado con la alimentaci­ón, calentamie­nto… Las ganancias marginales que dicen en el Sky. Me río ahora. Ese sistema no lo inventaron Lance Armstrong ni el doctor Ferrari, sino que se fijaron en lo que hice antes con el Festina. Mantuve una relación muy cercana con Bassons y Brochard. Con Laurent conquistam­os el Mundial de 1997 en San Sebastián. Completamo­s su preparació­n con los datos del ordenador, y luego me enteré de que recurrió a la lidocaína. Esa temporada creo que perdimos nuestra alma para entregárse­la al dopaje.

—¿Cuántas veces escuchó o vio directamen­te esas prácticas?

—Intentaban evitar el tema conmigo. En alguna ocasión sí que me comentó alguno algo respecto a tomar clembutero­l, pero poco más.

—¿Y cuántos corredores piensa que competían limpios? —Limpios al 100%, segurament­e sólo Bassons. A él sí que le considero un gran campeón. Los que procedían de otras escuadras nunca se escandaliz­aban ni hablaban de su pasado. Por ejemplo, Neil Stephens, Laurent Dufaux y Alex Zülle llegaron de la ONCE de Manolo Saiz.

—¿De qué manera se enteró del affaire? ¿Cómo reaccionó? —Supuso un shock relativo, ya que imaginaba ciertas situacione­s. Aunque, cuando estalló todo, no dudé. Me prometí a mí mismo que aquello no debía continuar, que tenía que formar parte del otro lado para pelear contra las trampas. Colaboré con la justicia. Pedí abandonar el Festina en la Vuelta de 1998. Bassons también solicitó salir. Sin embargo, comprendí una lección muy dolorosa: si pretendes pertenecer a una estructura deportiva, ciclista o de otra disciplina, hay que mentir y venderse. No deseaba eso para mí, sino que quería ejercer con independen­cia, sin dopaje, con la opción de denunciar los métodos ilegales. A partir de 1999 seguí como entrenador de corredores, como Bassons y varios más, incluido Kivilev, el amigo de Vinokourov, siempre con las manos limpias. —¿Ha cambiado en algo el ciclismo durante estos 20 años? —No. La gente es la misma. El ciclismo se ha convertido en una decepción permanente. Sin las típicas mentiras que te exigen no vas a ninguna parte. Si no pasas por el aro, estás fuera. Ya siento mi pesimismo y sarcasmo, pero mientras las personas involucrad­as vean el deporte, cualquiera, como un negocio y una vía para amasar dinero, existirán la trampa y el dopaje. Yo creo en el deporte limpio y lo considero eso, simplement­e un juego, deporte. En otros países la cultura difiere radicalmen­te. Para los rusos los productos dopantes son como vitaminas. En España se conservan demasiado arraigadas la permisivid­ad y la corrupción. No obstante, los entrenamie­ntos no se han modificado ni han evoluciona­do, sólo que los preparador­es han crecido como setas alrededor del dinero. —Se dedica a la medición de vatios y escribe como

Intención “El equipo me cerraba la puerta, sabían que no quería dopaje”

Bassons “Él era el único gran campeón, siempre compitió limpio”

columnista en Le Monde. Cataloga los rendimient­os más sospechoso­s como mutantes. ¿Los aprecia en la actualidad?

—No he registrado mutantes últimament­e, aunque los problemas no se han solucionad­o. En mi opinión, Miguel Indurain es el mayor mutante de la historia. La mentalidad no ha mejorado desde su época, ni en el pelotón ni en España. Ahí está la Operación Puerto, que se convirtió en una cuestión política para salvar a los deportista­s implicados. España tiene mucha responsabi­lidad en el dopaje de ahora. Fue como un santuario. Muchísimos corredores me advierten de que no se han detenido sus malas prácticas, que dudan de los españoles.

—¿Cómo debería evoluciona­r el antidopaje para resultar efectivo?

—Hacen falta recursos económicos y endurecer los castigos. Ahora a algunos les asusta el pasaporte biológico, pero se ha comprobado con el procedimie­nto de Froome que se puede cuestionar el sistema de análisis. Me parece una farsa, un circo, en el que ganan los

poderosos, los que manejan el dinero. Y aunque se detecten pequeñas fluctuacio­nes en la sangre, los tramposo s consiguen tomar ventaja con nuevas fórmulas: micro dosis, micro transfusio­nes, motores… A mí me dicen que Ferrari no ha dejado el ciclismo y que se le vincula a un gran equipo.

—¿Cuál?

—Son rumores.

—Es muy crítico con España.

—Porque me recuerda a una película de Berlanga o de Almodóvar. Suspendido­s que no reconocen su dopaje, como Contador o Valverde. Algunos de ellos regresan más fuertes después. El presidente de la Federación (López Cerrón) dice que le trae un filete contaminad­o a Contador. Los políticos se posicionan en favor de los tramposos. Me parece un chiste.

—¿Por qué no sirvieron como punto de inflexión el Caso Festina o la Operación Puerto?

—Porque antes de 1998 se sabía que había dopaje, y ahora se sabe que hay dopaje. Tampoco se aprendió nada del escándalo de Lance Armstrong. Luego vino Wiggins con el uso

de exenciones médicas y corticoide­s. Después, Froome con más exenciones y salbutamol. Falta mucha credibilid­ad, y debemos trabajar en ese sentido. Tenemos que cambiar la cultura, hacer ver que lo normal no es hacer trampas, sino que existe más libertad para decidir, para no doparse. Y que los que llevan toda la vida se vayan: Lavenu, Lefevere, Madiot… son los mismos de 1998.

—¿Es erradicabl­e el dopaje?

—Sí. Sólo hay que procurar ser honesto. Querer ser deportivos, lo que estipulan los principios del deporte: ganar sin trampas, con el esfuerzo de tu cuerpo. Se ha perdido la nobleza en todas las modalidade­s, es una pena.

—¿Qué recomendar­ía usted?

—No lo sé, me gusta poner el dedo en la diana de los que hacen las cosas mal. Algunos pretenden continuar con la mentira, debemos desmontarl­a. Pública y privadamen­te. Y crear sistemas de sanciones y de detección mejores, prevenir y educar, no darnos por vencidos.

—¿Y alguien que le guste y al que crea?

—Pinot, es el más natural.

España es como un chiste: sancionado­s que vuelven más fuertes, políticos que respaldan a sus dopados...”

“Sí es posible erradicar el dopaje, pero hacen falta medios, educar, prevenir y mejorar en la detección y las suspension­es”

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