AS (Valencia)

Rendido al nuevo rey

Froome aplaudió a Thomas en París ● Craddock fue el otro héroe

- JUAN GUTIÉRREZ

No suele haber perdedores en París. Incluso si no han cumplido el objetivo. Al cruzar la meta de los Campos Elíseos, llueven las felicitaci­ones, los abrazos, la satisfacci­ón del deber bien hecho… Hemos terminado el Tour. Desde el primero hasta el último, todos son campeones. Y este año, más que nunca, la frase hay que tomársela al dedillo. El primero ha sido Geraint Thomas, ese galés de 32 años que asumió los galones del Sky que le correspond­ían a Chris Froome. Y el último ha sido Lawson Craddock, que por primera vez en la historia ha logrado mantener el farolillo rojo desde la apertura hasta el cierre.

Craddock sufrió una terrible caída el primer día, allá por el 7 de julio en Fontenay, y se partió la escápula de su hombro derecho. Lejos de retirarse, el estadounid­ense completó el recorrido y se planteó abonar 100 dólares por cada etapa terminada al velódromo de Houston. Con los días, muchos aficionado­s se apuntaron a la iniciativa y ya ha ingresado 150.000 dólares. El sábado, después de acabar la contrarrel­oj, Craddock rompió a llorar. Fíjense si tiene mérito, que ha estado cuatro horas y media más sobre la bicicleta que Thomas. Un héroe.

París rindió homenaje a todos. A ese Sylvain Chavanel que entró primero en solitario en los Campos Elíseos, como culminació­n de su última y 18ª participac­ión en el Tour, récord absoluto. En sus piernas se lleva 369 días de competició­n. Ayer fue el último. París se rindió igualmente a otros dos franceses, Julian Alaphillip­e y Pierre Latour, que subieron al podio como ganadores de la Montaña y de los Jóvenes. Francia ama a su carrera, aunque sume 33 años sin ganarla. España, que también ama el Tour, volvió a estar presente en la gala con el Movistar como vencedor por equipos, como ya hizo en 2015 y 2016 con esta denominaci­ón y en 1991 y 1999 como Banesto. Más allá del tridente, la fuerza fue del grupo.

El sexto verde. En la ceremonia también lució Peter Sagan, que lleva el brillo incorporad­o. El eslovaco sufrió desde su caída del miércoles para poder rematar el sexto maillot verde, con lo que iguala a Erik Zabel. Más fuerte que el dolor, Sagan se metió en el último sprint, pero anduvo lejos: octavo. Venció un veterano: Alexander Kristoff, en la llegada masiva más prestigios­a del año, y muchas veces la menos publicitar­ia. Hay muchos héroes para compartir el foco.

Y al frente de la ceremonia estuvo Thomas, por supuesto. El Príncipe de Gales y el Rey de Francia. Un ciclista que ha ganado porque no ha fallado ningún día y porque ha sido el más fuerte. Así de simple y así de complicado. Su mayor obstáculo fue la sombra del jefe Froome. Pero al Sky no le hizo falta ni elegir, porque la carrera seleccionó al vencedor. Froome cruzó ayer la última meta aplaudiend­o a Thomas. El mayor reconocimi­ento.

El Sky logra así su sexta victoria en siete años, con tres ciclistas diferentes, los tres británicos: Wiggins, Froome (cuatro) y Thomas. Sólo Nibali osó entrometer­se. El Tour vuelve a proyectar la sensación de una enorme superiorid­ad de la maquinaria de Brailsford. Pero también deja un comportami­ento rebelde de los rivales, que esta vez no se han sometido a la dictadura sin intentarlo. Entre ellos hay dos destellos, Dumoulin y Roglic, que ya otean el Tour 2019. En su mirada está el maillot amarillo, al que tampoco quieren renunciar Quintana y Landa... No, todavía.

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HONORES. Froome aplaudió a Thomas al cruzar la meta, ante de compartir podio con Dumoulin. Thomas también subió al cajón con Latour, Alaphillip­pe y Sagan (los cuatro maillots).

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