AS (Valencia)

Orgullosa frustració­n

- DESDE LA TELE JOSÉ M. LÓPEZ

Diferencia. Otra vez perdió el Sevilla un título ante el Barcelona y otra vez se va frustrada su afición. Si en la Copa del Rey se sintió humillada, anoche, al menos, el enfado era por haber tenido en la mano ganar al Barcelona. Una frustració­n orgullosa, pero con esa dosis de amargor que da el no saber qué hacer para meterle mano a los blaugranas en una final.

Guión. El caso es que todo comenzó de una manera muy parecida a la final de la Copa del Rey. El Barça tocaba y el Sevilla miraba. Pero había una diferencia: la tensión. El Sevilla la tenía y los blaugranas no. Jordi Alba falló un despeje, Muriel cogió la moto y Sarabia templó con la zurda como el torero que baja la muleta para dar un largo natural. Incertidum­bre con el VAR y celebració­n final del madrileño, cuya renovación, por cierto, se ha dejado apalabrada este fin de semana.

Superado. Dijo Machín que el partido se ganaría si se salía victorioso de los duelos individual­es. Y por la banda derecha los perdió todos el Sevilla en el primer acto. Navas sufrió mucho tanto con Alba como con Dembélé pero la defensa lograba achicar agua. Vaclik ayudaba pero la suerte le fue esquiva en la falta que dio lugar al empate. También es cierto que regalar una falta al borde del área a Messi es más peligroso casi que hacerle un penalti y Banega estuvo dadivoso con su compatriot­a. Empate justo al intermedio pero, al menos, el Sevilla competía. Lo mínimo que se exige a unos profesiona­les, por supuesto, pero de lo que había dudas tras el último precedente.

Portería. Ha cambiado de porteros el Sevilla este verano para acabar con el ambiente viciado que había en la posición. Como titular ha llegado Vaclik, un checo que militaba en el Basilea y que, sobre el papel, ni sí ni no sino todo lo contrario. Pero en Tánger se coronó manteniend­o al Sevilla vivo, aunque poco pudo hacer en el gol de Dembélé más que abroncar a sus compañeros.

Despistado­s. Que lo de Dembelé fue un golazo no se discute. Que el Sevilla hizo todo lo que estuvo en su mano para facilitarl­o, también. Messi sacó rápido una falta porque nadie se puso delante para obstaculiz­arle, Dembélé controló y tuvo tiempo para pensar porque Banega decidió acudir a la presión al trote y su disparo no encontró oposición alguna porque Escudero prefirió recular a taponar. También hubo una ligera diferencia entre el disparo de Dembélé, imparable, y el de Navas minutos antes con la zurda, fácil para Ter Stegen.

Enfado. Y, en definitiva, otro título perdido ante el Barcelona. Con un penalti fallado en el descuento que nadie entiende por qué no tiró Banega y sí un jugador que sabe que se busca a otro delantero para darle boleto. Apunta cosas este Sevilla, pero el proyecto se hubiera visto respaldado de verdad con un título en la mochila. Toca seguir trabajando.

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