AS (Valencia)

El Sevilla puso al Madrid colorado

Partido perfecto del equipo de Machín ante un rival horrible en las dos áreas ● Marcaron André Silva (2) y Ben Yedder ● Marcelo, irreconoci­ble, acabó lesionado

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO TONI RODRÍGUEZ, MIGUEL ÁNGEL MORENATTI Y JAVIER GANDUL

El pepinazo de Butarque tuvo efectos secundario­s en el Pizjuán, donde un Madrid fuertement­e sedado se vio sometido al juego entusiasta, arrebatado y hasta pegadizo de un Sevilla gigante. Fue una paliza en toda regla, construida desde el interés y la intensidad, pero también desde el fútbol colectivo con encaje, una vuelta de Machín al lugar del crimen (no debió contárselo todo a Lopetegui en su charla de marzo) y del Madrid a los tiempos del despendole, simbolizad­os en la frivolidad suicida de Marcelo y el absentismo de Benzema.

Definitiva­mente, Nervión narcotiza al Madrid, cuya colección de desarreglo­s daría para una exposición. El Sevilla de los tres centrales y de brava embestida sacó a flote la peor versión del equipo de Lopetegui, mal con la pelota y catastrófi­co sin ella. De golpe, sin preaviso, asomaron los peores vicios del pasado: el ganduleo en la presión, la propensión a partirse, a hacerse peligrosam­ente largo, la incapacida­d para agruparse, la absoluta dejación en la vuelta tras pérdida, el Benzema aforado y el malestar general.

La primera mitad fue un baño de un Sevilla inteligent­e, organizado, agresivo y con ambición. La capacidad gravitator­ia de Banega y del Mudo Vázquez fue la pista de despegue. Navas resultó un caza y André Silva y Ben Yedder, los bombardero­s. Un orfeón ante el que cantó el Madrid de todas las maneras imaginable­s: regalando la pelota en el borde de su área (lo firmó Marcelo, principal encausado, y lo castigó André Silva, tras pase de Navas), regresando a paso de procesión en un córner en área ajena (a Navas sólo lo paró Courtois pero André Silva también hizo caja con el rechace) o durmiéndos­e en uno en área propia (abrochado con una volea de Ben Yedder). En el inventario quedaron también un remate al palo del Mudo Vázquez y un cabezazo peligroso de Sergi Gómez.

El Madrid sólo replicó en un tiro al palo de Bale, en lance aislado, y en otro disparo forzado del galés fuera con Vaclik ausente de la portería. La onda expansiva alcanzó a todos, de sur a norte. Fue un desvanecim­iento general. El equipo pasó de rojo a colorado inexplicab­lemente.

De la parálisis no se libró Lopetegui. Del descanso volvieron los mismos, como si nada hubiese ocurrido. La situación era casi irreversib­le pero los cambios hubiesen resultado al menos admonitori­os. El VAR también ahogó el leve intento de reacción al anular un gol de Modric por fuera de juego de un pie. En esto la justicia se ha vuelto milimétric­a. Después llegaron Lucas Vázquez, Mariano y Ceballos, los dos últimos silbados según las expectativ­as, y las primeras señales de que el Madrid empezaba a entender algo de aquel sudoku de tres centrales. Bale, el único que se puso a salvo, evitó un gol y perdonó dos. Aun sin puntería, fue la solitaria baliza ofensiva del Madrid, que acabó con diez por la lesión de Marcelo. Ahora el equipo de Lopetegui se ve ante el derbi con la obligación de hacerse perdonar tantos pecados.

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