En octubre, finales de mayo

El Valencia combinó contra el Leganés sus males de este año y los defectos del pasado. Le cuesta hacer un gol lo que a Homer Simpson leer un libro y Pellegrino nos recordó lo espeso que es el juego blanquinegro cuando no tienen espacios para correr. Y ello sin que el Leganés hiciera el partido de su vida, lo que agravó más el sinsabor en Mestalla. Menos mal que Gayà está en modo internacional y que en defensa, más allá de la patada al aire de Garay, el equipo sí está dando buen nivel. Pero urge que Rodrigo, Batshuayi y Gameiro se reconcilien con el gol. Y que conste que la falta de acierto no es solo culpa de ellos, también del último pase, aunque cuando a un equipo le meten cinco al primero que se mira es al portero y esto es igual pero al revés.

Haber empatado 8 de 11 partidos oficiales no es nada normal. Lo preocupante es que desde que empezara el curso, allá por el 20 de agosto (piensen en sus vacaciones y verán la de tiempo que ha pasado), el Valencia solo ha ganado un partido. Es cierto que las sensaciones son mejores que sus resultados y que pudo ganar alguno que empató. Pero no lo hizo. Y aunque hoy el Valencia no está lejos de nada, tampoco donde debiera. Y así, con la ansiedad revoloteando a lo mosquito tigre, duelos de octubre se afrontan como finales de mayo. Y lo peor de todo es que no lo son.