AS (Valencia)

Tocados y hundidos

- DESDE LA TELE TOMÁS RONCERO

Messi no jugó. Puedo prometer y prometo. Y aún así nos cayeron cinco. El Madrid regaló el primer tiempo y su reacción tras el descanso no tuvo el premio del 2-2. Luego llegó la debacle.

Naufragio. Imaginen que hoy toda la afición del Barça le da por decir que como han metido al Madrid una manita sin Messi, no les hace falta contar más con el argentino a partir de ahora. Que se vaya. Que no pasa nada. Que si le han metido cinco chicharros al Madrid sin él significa que su etapa como crack culé está acabada. Que lo vendan a un equipo chino por 100 milloncejo­s y encima se ahorran su ficha astronómic­a. Una operación económicam­ente maravillos­a. Y como deportivam­ente el Barça ha demostrado que es mejor sin Messi, pues fuera penas... He llevado al sarcasmo el asunto para que entendamos mejor lo que está pasando con nuestro Madrid, una sombra borrosa de lo que ha sido hasta hace bien poco. Yo mismo me quise engañar tras el 3-0 al Roma creyendo que sin Cristiano podríamos ver un Madrid más coral y menos condiciona­do a los biorritmos de un jugador tan descomunal como el portugués. Pero la realidad es la que es. Este equipo llevaba cuatro Clásicos seguidos sin perder en el Camp Nou. Y eso que Messi los jugó todos ellos. La clave es que en estos años enfrente estaba Cristiano. Aparte de meter 12 goles en feudo azulgrana, sabía contagiar a sus compañeros ese liderazgo que lograba que nadie bajase la guardia ni se rindiese. Justo lo que sucedió en varias fases de este Clásico. Dije en su día que si el presidente vendía a Cristiano íbamos a pasar mucho frío. Ojalá me hubiese equivocado. Pero para mi desgracia me da que no... Florentino creyó que la inercia triunfal iba a durar sin problemas, se fuese quien se fuese. A estas horas ya debe estar asumiendo que con Cristiano, Pepe, James, Morata y compañía él acudía a los partidos convencido de un final feliz. ¿Y ahora?

Dos caras. Con todo, el Madrid nos regaló una actuación bipolar digna de estudio. El primer tiempo fue un castigo para el aficionado. El equipo no compareció en el Camp Nou. Sin presión, sin agresivida­d, sin ambición, sin actitud, sin hambre, sin fe. El 2-0 era casi un alivio, dado que el Barça en ataque podía habernos hecho un butrón mayor con el cuchillo jamonero de Jordi Alba por la izquierda y las aparicione­s perfil bisonte de Luis Suárez en el área de Courtois. VARane estaba tieso (el videoarbit­raje delató su innecesari­o penalti), Ramos y Nacho inseguros, Casemiro lento y premioso en las ayudas... Pero en el descanso se miraron a los ojos y sacaron ese orgullo de campeones que les ha llevado a levantar cuatro Champions en cinco años inolvidabl­es. El primer cuarto de la continuaci­ón sí fue lo que le pide el aficionado a su equipo. Nuestro goleador de guardia, Marcelo, abrió la lata de la esperanza, cerrada de nuevo por el infortunio de Modric (¡poste número 12 de la temporada!) y Benzema, que envió fuera el cabezazo que debió ser el 2-2. Después llegó el 3-1 de Luis Suárez (hay nueves que sí la enchufan...). Porca miseria.

El VAR. Acertó en el penalti, pero no me explico que no intervinie­se en la roja perdonada a Suárez. Su pisotón a Nacho es lo que se dice “acción clamorosa que nadie discutiría”. Ni el uruguayo habría rechistado si lo ve repetido por la tele. No entiendo ese doble rasero.

Futuro. Ahora imagino que echarán a Lopetegui (también ha cometido errores y tiene su parte alicuota de responsabi­lidad), pero me temo que eso no arreglará el problema de fondo. ¿El Conte de turno que venga logrará por fin que Bale juegue al mil por mil y comprometi­do con la causa? Roncero, despierta.

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