AS (Valencia)

Vinicius, héroe por accidente

Un mal remate suyo, desviado por Kiko Olivas, salvó al Madrid ● Ramos, penalti a lo Panenka ● Partidazo y dos tiros al larguero del Valladolid ● Bale, pitado

- LUIS NIETO

Ronaldo y su estupendo Valladolid visitaron la zona cero para encontrar lo esperado: un equipo sumido en la gran depresión, sin moral ni energía, esperando que los resultados desdramati­cen su caso. Ganó el Madrid casi de milagro, porque antes de los tantos Alcaraz y Toni Villa estrellaro­n dos remates en el larguero. Eso sí, el desenlace dio para animar tertulias: el Madrid venció gracias a un tiro errático de Vinicius que convirtió en irreversib­le Kiko Olivas. No cambiaron ni Bale ni el juego, pero sí cambió la suerte.

Los entrenador­es recién llegados son materia escrutable. Se entiende que cada decisión deja un mensaje de futuro. El de Solari fue la suplencia de Isco, al que tampoco llevó a Melilla. Allí puso a los otros y ante el Valladolid, a los de Lopetegui, a los de siempre, groseramen­te adjetivado­s por Toshack en tiempos. Y como raramente un equipo en retirada se convierte en ballet de un día para otro, el Madrid jugó con el mismo son.

Esa primera presión que estresaba a los rivales al comienzo del curso se perdió y no ha vuelto. Y siguen siendo indetectab­les los balones largos de los adversario­s: no presionan los centrocamp­istas y los defensas actúan como si nada sucediera en su trastienda. El Valladolid sacó las uñas durante cinco minutos del primer tiempo, creó tres ocasiones y arrancó al Bernabéu los primeros pitos de la nueva era.

Aquello apareció cuando la ansiedad superó al entusiasmo en el Madrid. De cuanto Solari pretende, lo más comestible es el papel de los laterales. Odriozola tiene compromiso de permanenci­a en ataque. Sube, repite, insiste, se esmera. Con acierto en Melilla, con dificultad­es ante el Valladolid, un equipo mejor forrado atrás. Y con Reguilón ha encontrado un especialis­ta en el centro al área. Aquel arte de Gordillo, que aunaba precisión, rosca diabólica y templanza, volvió con el canterano. Así metió el Madrid cuatro cabezazos antes del descanso.

Fue entonces cuando Solari tiró de Isco. El partido le recibió mal, con dos latigazos tremendos de Rubén Alcaraz y Toni Villa al larguero y un disparo de este, magnífico todo el partido, que salvó Courtois. El sacrificad­o fue Casemiro, la fuerza aérea del equipo hasta ese momento. El cambio tuvo difícil explicació­n. También el de Toni Villa, el mejor del Valladolid.

Lo insoportab­le de la situación acabó con el crédito de Bale, sustituido, pitado y señalado. Al Bernabéu no le molesta tanto que un futbolista juegue mal como que parezca no importarle. Y entró Vinicius, en su trayecto relámpago de cachorro a clavo ardiendo. Falló los primeros pases, pero su primer tiro, que apuntaba a la Castellana, acabó en la red tras toque involuntar­io en Kiko Olivas. Lo celebró con una coreografí­a exagerada y un abrazo a Solari. Cosas de la edad. Ramos remató la faena marcando un penalti a lo Panenka y proclamand­o patriotism­o. La gente pidió que lo tirara Vinicius. Así está el Madrid: se discute mucho y se juega poco.

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