La eterna normalidad de Messi
El argentino regresó a LaLiga como se marchó, con un gol y dos asistencias que le confirman como el patrón del torneo
Messi volvió a LaLiga como se fue de ella a principio de marzo. Su nueva normalidad fue la vieja. La eterna normalidad de Messi. Con dos asistencias y un gol, demostró que es el gran patrón de la competición y que, posiblemente, no haya habido un jugador más influyente en los 90 años de historia del torneo. Impresiona la capacidad de Messi para pesar sobre los partidos incluso cuando no se exprime en ellos o, al menos, se dosifica.
Recuperado de su contractura en el cuádriceps de la pierna derecha, le puso su tiempo al partido y también el broche, con el 0-4. El gol de Messi, vigésimo en LaLiga, supone que, por duodécima temporada consecutiva, Messi hace 20 o más goles en la competición. Ningún jugador en la historia, obviamente, lo había conseguido antes. Es un dato estremecedor que habla de su indiscutible gobierno en el torneo, que apenas ha perdido de vista un par de temporadas ante el Madrid y una ante el Atlético en más de una década.
Messi, muy en plan capitán desde que agarró el brazalete tras la marcha de Iniesta, ha participado en 15 de los últimos 18 goles del
Barça en LaLiga
(siete goles y ocho asistencias) esta temporada. Es el máximo goleador y el mejor pasador del torneo y tiene entre ceja y ceja varios récords. Pero, por encima de todos, porque premia el juego de equipo, ganar su Liga número 11 y ponerse a una de Gento.
Que Messi tenía hambre de fútbol era obvio. Podía verse en la arenga que lideró minutos antes del inicio del partido en Mallorca. Algo cansado en los partidos ante el Nápoles y el Madrid, pero orgulloso contra la Real Sociedad, sacando a flote al equipo y dejándolo
Brutal
En las últimas doce Ligas ha marcado veinte goles o más
líder antes de que el fútbol cerrase por la pandemia, bastó verlo hace una semana con esa foto, casi mística en el Camp Nou, cuando Setién preparó un once contra once en el estadio azulgrana. Él, pese a no estar aún a tope, quiso entrenarse y oler el césped del templo azulgrana (“qué ganas de volver, cuanto te extrañaba”, dijo). Allí empezó a esprintar con vistas a Mallorca y, por lo visto, y sin estar a tope y dosificarse de manera evidente en muchas partes del partido, tuvo tiempo de llegar en ese punto que a él ya le resulta suficiente para marcar la diferencia.
Durante la semana, Messi también participó en un anuncio de Adidas. “Esto me hizo reflexionar”, filosofaba sobre el parón que la sociedad ha vivido durante tres meses. A Leo se le ve con más ganas que nunca de saborear fútbol, con esa mirada del que quiere disfrutar del día a día. Pero también con el hambre de siempre.
Es perfectamente consciente de que el Barça depende de sí mismo para volver a levantar un título. También de la dificultad de ganar once partidos seguidos y, sobre todo, del esfuerzo continuado que eso va a requerir. Nadie, sólo él, sabe cuánto se va a dosificar de aquí al final del campeonato. Pero pocos conocen tan bien sus sensaciones como el argentino. Es fácil pensar que jugará mucho desde aquí hasta el final, pero a sus 32 años también será razonable para guardar piernas por si son necesarias a final de curso. Por eso trata estos días de tirar de sus compañeros para que le sigan. Por eso sus fieles sufren desde este sábado un poco menos por él. La Messi normalidad ha vuelto.