Lim echa a Celades, César dimite y Voro se queda al mando
Bordalás, Quique o Karanka, en la lista
Albert Celades ya es historia en el Valencia. También César Sánchez, al menos en su rol de Director de Fútbol. Ya lo dijo García Pitarch: “El Valencia es una trituradora de personas”. Con apenas dos horas de diferencia, Celades fue destituido y César presentó su dimisión. Los resultados, la imagen y el polvorín en el que se había convertido el vestuario, consecuencias del adiós de Celades. Las formas de tal decisión, la causa de la dimisión de César Sánchez. Voro González toma el mando del equipo, el apagafuegos de siempre.
La aventura de Celades se acabó en sólo 293 días. Voro escribirá otra de seis partidos para su biografía particular. Así es el Valencia de Peter Lim, un ir y venir constante de entrenadores (nueve relevos en seis años) y cambios de gestores. Ayer fue un buen ejemplo de cómo funciona el Valencia. Por la mañana, César le decía a la plantilla que ante el Athletic seguiría Celades; a mediodía, el club convocaba la rueda de prensa del técnico catalán para la previa de dicho partido; por la noche, Peter Lim destituía a Celades; y al rato César presentaba su dimisión. Como se dijo desde el club en un tuit tras destituir a Marcelino: “Es lo que hay”.
Celades ha caído por el peso de los resultados (4 puntos de 15 en juego después del confinamiento), por las sensaciones (ni un disparo a portería ante Eibar y Villarreal) y por la pérdida de control del vestuario (casos Diakhaby y Maxi Gómez, por ejemplo). Quizás la destitución de Celades sea la decisión con más argumentos futbolísticos de las tomadas en el Valencia en el último año. La dimisión de César, el gesto más honroso de todo el curso. Cuarto empleado que le dice a Lim “adiós, muy buenas”, como Rufete, Prandelli y García Pitarch.
Celades se enteró de su destitución una hora antes del comunicado oficial;
César informó al presidente Anil Murthy de su decisión minutos antes de hacerla pública. Con Celades son nueve los cambios en el banquillo en los seis años de Lim (Pizzi, Nuno, Neville, Ayestarán, Prandelli, Marcelino, Celades y en dos ocasiones Voro). Con César, otra retahíla de gestores deportivos (Rufete, Pitarch, Alemany, Longoria y Jorge López, aunque este sigue en el club).
Futuribles. Ahora, más allá de confiar en Voro seis partidos, el Valencia busca entrenador. En verdad se lleva tanteando a varios desde hace dos semanas. De momento no hay ninguno elegido ni un orden en la escala de preferencias. En la lista, que no significa que vayan a ser los finalmente elegidos porque la decisión se tomará a 12.000 kilómetros de Mestalla, perfiles tan diferentes como los de Bordalás, Quique o, entre otros, Karanka.
La causa de perder. Se acostumbra a asociar la derrota con la falta de intensidad, piernas y ganas. Es un mantra repetido, aunque casi siempre inexacto. Al Valencia
le pasó por encima el partido contra el Villarreal. La imagen de la parálisis de Soler
o el desorden entre Florenzi y Gabriel en el gol de Alcácer parecen denunciar cierta indolencia y coinciden con la opinión generalizada de déficit de actitud, pero el problema fue mayor. El equipo de Celades perdió porque perdió el centro del campo y quedó a merced de su propia inestabilidad defensiva. El Villarreal se impuso en la medular con y sin balón. Sus centrocampistas sumaron 130 pases, ocho recuperaciones y tres anticipaciones más. Cazorla se instauró como el núcleo principal por el que pasó todo el juego amarillo. Sublime en la asociación (86 entregas buenas) y esforzado (diez robos), fue el icono de la filosofía identificable del equipo de Calleja,
el punto de partida que requiere el Valencia para reconducir su futuro.
El mal de las áreas.
Al Leganés le queda poco tiempo. Hace muchas cosas bien, pero se desvanece por su limitada competitividad en las dos áreas. Es al equipo que más le cuesta hacer un gol (uno cada 15 remates) y al que menos necesitan intimidar los rivales para marcarle (un tanto encajado cada seis disparos). Es tan definitorio que sea el tercer conjunto al que menos disparan de la competición, por detrás de Getafe y Madrid, como que sea el que peor porcentaje de conversión presenta en las grandes ocasiones de gol (25,5% de acierto). En este último parámetro, el Eibar, adversario evidente en la lucha por la permanencia, tiene un 53,6% de precisión.
La escalada. Se beneficia el Eibar de la ausencia de reacción de los tres de abajo, pero sobre todo de su mejoría incuestionable tras el confinamiento. Dos victorias consecutivas alejan el peligro y ponen en valor el compromiso fiel a una propuesta que esta temporada le había acarreado más inseguridades que certezas. En Granada ofició como bloque, se manejó con jerarquía y fue valiente. El juego de espaldas de Kike García y los desmarques en los intervalos libres de Orellana, una pérdida de difícil reparación para el próximo curso, originaron su superioridad ofensiva.
El delantero que viene. En el Pizjuán destacó la buena puesta en escena de Miguel de la Fuente como titular. El canterano del Valladolid alimentó la fama de buen delantero que se ha ganado en las categorías inferiores. En un contexto áspero no se achicó ante Koundé o Diego Carlos. Debió afrontar hasta 20 duelos aéreos, muchos en desventaja, y ganó la mitad. Sobre Koundé aplicó sus virtudes y plasmó su habilidad para moverse en una jugada en el minuto 34. Hervías se escapó por la banda derecha y él amagó con ofrecerse en el segundo palo para después atacar el corazón del área. El centro no fue bueno, pero el canterano dejó su huella. De la Fuente tiene buena planta, dinamismo e intuición.
El día César había transmitido al equipo por la mañana que Celades iba a seguir