Zidane del alero al feliz alirón
Las derrotas en París y Mallorca pusieron al francés en apuros, pero remontó y su Madrid ‘postparón’ ha sido implacable
Madrid maltratarla en la temporada 2017-18 le dolió hasta el tuétano. Esta Liga, pese a la COVID-19, no tiene asterisco alguno. Zizou construyó una buena inercia hasta el Clásico del Bernabéu y la pandemia no le ha hecho improvisar. Al revés. Planteó junto a Dupont, el implacable preparador físico, una ‘miniLiga postconfinamiento’ casi como un Mundial. Once partidos de alta intensidad. Once finales. “El que falle menos ganará esta Liga”, le insistió una y otra vez al equipo al volver a Valdebebas. Así fue, con Ramos convertido más que nunca en su extensión sobre el campo y una racha final con la portería de Courtois cerrada a cal y canto.
La pizarra. Sin aquella gloriosa ‘Unidad B’ de la 201617 esta vez ha ido variando del 4-4-3 al 4-4-2 cuando ha querido protegerse, siendo campeón sin perder contra ninguno de los pesos medios y pesos pesados de la competición. Ni Valverde ni Setién, ni el Cholo, ni Bordalás, tampoco Lopetegui o Celades. Zidane ha sumado a su ingenio para manejar un vestuario con material inflamable (Bale, James…), el callo que le da la mayor experiencia acumulada. Tácticamente es más rico y menos fácil de contrarrestar.
Su quinto entorchado liguero (contando sus Scudetti con la Juve) es el segundo como entrenador. Ya son once títulos como entrenador del Madrid en sólo 209 partidos. Sale a uno cada 16 partidos en el banquillo. En el vestuario, mientras Zizou sea su comandante, la Liga es y seguirá siendo una prioridad. Está con sus pupilos (“Verlos entrenarse a diario es la hostia”, ha dicho con su peculiar locuacidad) y sus pupilos, con él. El esfuerzo liguero no se negocia.