Lisboa de tapados
El Barça, por sus sensaciones y el poderío del Bayern, afronta los cuartos de final con un perfil bajo opuesto al de otros años
De tapado. Con perfil bajo. Casi de víctima. Cualquiera de las expresiones podría etiquetar el avión con el que el Barça volará a Lisboa esta semana para jugar la experimental Final a Ocho que la UEFA ha tenido que improvisar contra la pandemia. Por primera vez en muchos años, el Barça no saldrá como favorito. Ni en las apuestas ni en las sensaciones. Mientras su rival, el Bayern, no pierde un partido desde el lejanísimo 7 de diciembre en Moenchengladbach, el equipo de Setién ha estado lleno de sombras e inseguridad. El Barça no es fiable y las sensaciones que transmitió en la segunda parte contra el Nápoles fueron pésimas. Un equipo con poca gasolina, poca confianza y un solo plan. Que Messi le rescate.
Será curioso observar el comportamiento del Barça en esta situación de víctima. La de favorito en los últimos años le ha ido francamente mal. Fue a Roma casi clasificado para semifinales y se llevó tres. Fue a Liverpool pensando en coger la Copa de Europa en el Wanda y tembló el mundo en Anfield. 4-0. Finalmente, era un favorito con pies de barro, como ya había anunciado años antes en el Calderón, el Parque de los Príncipes o el mismo Juventus Stadium en Turín. Las últimas cuatro eliminaciones del Barça en la Champions le han convertido en un equipo con menos prestigio en el panorama europeo del que había amasado tras sus títulos en 2009, 2011 y 2015.
Y mientras el Barça pasaba apurillos contra el Nápoles en una segunda parte de mínimos que pudo complicarse si Milik no hubiese marcado el 3-2 en fuera de juego, el Bayern le metió un 7-1 de global al Chelsea, con Lewandowski desatado, Gnabry con “ganas” de jugar ya ante el Barça y un equipo lanzado desde que Hans-Dieter Flick se hizo cargo del equipo después del despido de Niko Kovac.
Pero ojo al Barça de tapado. Es un equipo cansado y algo decadente, pero con muchos kilómetros en la carretera. Piqué es un seguro de vida,
Busquets y Vidal le darán un punto de experiencia necesario después de ser baja contra el Nápoles; y Messi y Suárez tienen mil batallas a cuestas. Es posible que este ya sea un buen momento para que el Barça no aparezca en Lisboa como un equipo de vedettes, de moda y con la obligación de ganar y gustar. Al contrario, su trabajo será explotar sus virtudes, aunque pasen por renunciar en cierta forma al famoso estilo Barça, ese que Setién prometió no traicionar hasta que aceptó que las directrices, a día de hoy, las ponen los jugadores. La nueva orden es ponerle la piel de cordero cuando todavía le sobran lobos. Aunque cada vez más cansados.