AS (Valencia)

Samu Saiz

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EI ascenso está en Montilivi. La temporada más larga de la historia no podía acabar de otra manera para Elche y Girona, que se jugarán el domingo la última plaza a la máxima categoría. El primer asalto de la final fue nulo. El miedo a perder y el colchón de la vuelta hizo que los dos equipos jugasen encorsetad­os, con más temor al error que a la improvisac­ión. El tridente del Girona se quedó sin marcar y eso es noticia. Tampoco lo hizo Nino, el hombre que ha llevado al Elche a las puertas del sueño. Edgar Badia y Riesgo apenas se mancharon del verde de un césped vergonzoso, impropio de una final por el ascenso a Primera.

El domingo será otra historia. No habrá tiempo para el conservadu­rismo ni para pensar en otra cosa que no sea ganar, aunque el Girona le puede valer el empate a cero en caso de llegar a la prórroga. Montilivi dictará sentencia.

La puesta en escena del Elche fue la típica que presenta un equipo cuando tiene pavor a algo. Pacheta se blindó de arriba a abajo, con tres centrales y dos carrileros. La consigna estaba clara. Stuani, la fiera, no debía ni pisar el área ni oler la pelota. El plan salió bien, al menos en la primera parte. Además, Pacheta ya tenía ensayado un sistema que le ha dado victorias durante este curso, por lo que Stuani no era la excusa para salir con cinco en defensa. Su apuesta provocó que se viese un partido igualado. El Girona se contagió de ese conservadu­rismo y le costó encontrar su sitio. Sólo la inspiració­n de Samu

Saiz rompía el corsé. La primera parte apenas dejó dos disparos lejanos de Granell y Escriche. Nino, de cabeza, remató alto y levantó la mano por primera vez en el partido. Gumbau, a la salida de un córner, tampoco pudo cazar un balón que le quedó muerto. Así se cerró una primera parte sin mucha historia, en el que el patatal del Martínez Valero tampoco daba para mucho más.

La segunda parte fue un calco de la primera. Pacheta se desperezó y trató de oxigenar a su equipo con la entrada de Fidel y Josan por las bandas. Pero ni así llegaron las ocasiones. Stuani se desesperab­a, levantando la mano mil veces e intentando que le metiesen centros al área. El uruguayo reclamó un penalti mediado el segundo acto, pero la revisión del VAR lo dejó en nada. En el lado franjiverd­e, Óscar Gil también pidió una pena máxima.

Sin ocasiones

El tridente de Francisco, atado por un sistema de tres centrales, no lució

Coletazos. El partido fue muriendo poco a poco con los cambios, sobre todo con los del Elche. Pacheta y Francisco se dieron la mano y firmaron tablas mientras esperaban que una gota de inspiració­n cambiase el guion de un partido que nació condenado al empate. Samu y Pere Milla, casi sin querer, fueron los últimos que lo intentaron entre el sopor.

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