AS (Valencia)

Para la eternidad

● Koundé mandó en un cierre de locura

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Dos goles de De Jong y uno de Diego Carlos tumbaron el brillo táctico de Conte

cabeceó libre de marca, a bocajarro (2-2, 35). Lopetegui se desgañitab­a con los marcajes, de nuevo el señalado era Diego Carlos. Qué poquito le había durado la alegría el Sevilla.

Al descanso se llegó con una pequeña tregua, sólo rota por otro cabezazo de Ocampos al que Handanovic esta vez respondió bien. Navas puso la espalda y su vida a un tiro desde la frontal de Gagliardin­i que tenía muy mala pinta. Se había jugado mucho más al tran-tran el comienzo de la segunda mitad pero pronto los dos equipos se reengancha­ron a sus roles. El Sevilla quería jugar la pelota y el Inter estaba cómodo con el pelotazo. En uno de esos rebotes apareció Bono con la misma figura gigantesca que había amargado al United el pasado domingo y le sacó a Lukaku un mano a mano crucial. El portero marroquí lo ha bordado.

Había cogido algo la manija el Inter, tal vez aturdido el Sevilla por la lesión de Ocampos, que volvió a acusar los problemas de rodilla ante el

United. Pero entonces llegó la redención de Diego Carlos. Vaya redención. Un balón suelto tras una falta y el central se convirtió en Hugo Sánchez con una chilena tremenda, digna del Matador mexicano, que se coló por cierto tras dar en Lukaku. Intercambi­o de papeles, locura sevillista (3-2, 74').

Koundé la sacó casi sobre la línea después de un lío en el área sevillista. Había metido Conte en el campo como último recurso al danés Eriksen para darle al Inter otro perfil de más toque, sobre todo entre líneas. Pero sólo quedaba pasión, sólo quedaban Banega y el Mudo guardando la pelota, sólo quedaban el amor y la gloria. Sólo quedaba Sevilla. Sólo quedaba sitio para el Hexacampeó­n.

REPORTAJE GRÁFICO AGENCIAS

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