Groucho, el Barça y Leo Messi

Como pasa en todas las grandes catástrofes, dentro de un tiempo alguien me preguntará ¿dónde estabas tú cuando Messi dijo que se iba? Pues bien, esta es mi reveladora historia. Juro que es cierta. Como por culpa de la pandemia, del 2-8 y una serie de catastróficas desdichas no había podido hacer vacaciones, el día de autos estaba librando tras 18 días seguidos de trabajo. Y aprovechando el día libre, mi amigo Toni me llamó para preguntarme si podía quedarme a Groucho. Un labrador de cinco años 33 kilos de peso, más bueno que el pan y que parece una bombona de butano con patas que durante este período de tiempo iba a convivir con Groot, el ‘dog resident’ de mi casa. Su casa, mejor dicho.

Así que mientras Groot y Groucho destrozaban el piso, llegó el burofax, que confirmó el Barcelona. La bola de nieve ya no tenía marcha atrás. Bajaba a 200 por hora y acumulaba toneladas a medida que descendía provocando un alud que iba a llevarse por delante la leyenda del mejor jugador que ha vestido esta camiseta, al peor presidente de la historia del club y toda una era firmando un final asqueroso no debería resolverse en los tribunales.

Mientras Groucho y Groot convertían el domicilio en el escenario de la última batalla de El Señor de los Anillos, miré al perro de mi amigo y le dije muy seriamente después de colgar el teléfono a un directivo que iba más perdido que yo:

“la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte”. Y Groucho, el de cuatro patas, me miró con cara de pena mientras pedía “dos huevos duros”. Mientras tanto, en las oficinas ya se agolpaban manifestantes en contra de la decisión como si fuera la calle Arístides Maillol el camarote de los Hermanos Marx, sin duda, los autores del guion de este club.