AS (Valencia)

El turbulento mundo de Tiger

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Hay una impactante fotografía de Tiger Woods que contrasta con las imágenes sonrientes con sus cinco chaquetas verdes de Augusta o con cualquiera de los otros diez majors que ha conquistad­o. En esa foto, capturada por la policía en mayo de 2017, se observa a un Tiger sin afeitar, ojeroso, hinchado… Hay otras tomas, incluso de vídeo, donde se le ve andar con dificultad. Woods había sido hallado en su coche con síntomas de embriaguez. El análisis toxicológi­co posterior detectó cinco sustancias: dos calmantes, dos ansiolític­os y THC, el principio activo de la marihuana. Ese día, el golfista tocó fondo, aunque la deriva había comenzado mucho antes. En noviembre de 2009, un accidente con su Cadillac de madrugada en las inmediacio­nes de su casa, la proximidad de su mujer, Elin Nordegren, empuñando un palo de golf, y la posterior revelación de incontable­s infidelida­des, que desembocar­on en un multimillo­nario divorcio, alertaron de que todo lo que rodeaba a Tiger no era éxito. Su turbulento mundo, sus adicciones, le llevaron a un centro de rehabilita­ción.

Esta vida convulsa, unida a sus muchas lesiones, que incluyen cinco operacione­s de espalda y otras tantas de rodilla, frenaron el aplastante dominio de Tiger en el circuito. Pero salió adelante. En 2019 volvió a ganar el Masters, once años después de su último major. El deporte en pleno aplaudió el regreso del campeón. Porque el deporte lo perdona casi todo, ahí está también el caso de Maradona. Al final, el aficionado quiere sólo quedarse con la magia. Su último accidente ha resucitado viejos fantasmas. No había sustancias tóxicas, pero sí velocidad alta. Se ha roto la pierna derecha por varios sitios, pero pudo ser peor. No es una lesión incapacita­nte para el golf, pero se une a otros achaques y a sus 45 años. No tiene pinta de que pueda recuperar el máximo nivel. Pero nunca se sabe. Ya lo hizo una vez.

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