AS (Valencia)

Por la parte baja del cuadro, pasaron Ruud y Berrettini

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Mientras preparaba esta temporada, caí en un agujero del que veremos si puedo salir. Aún no lo sé, pero eso espero”. Esto lo dijo Dominic Thiem hace sólo unos días en una entrevista que concedió al diario austriaco Der Standard. En ella hablaba también de lo deprimente que le parecía el tenis de las burbujas: “Siento un vacío cuando compito en plena pandemia. No he visto ningún partido de Montecarlo. El ambiente en Australia era increíble, pero llegó el toque de queda. Llegué al vestuario, sudando, y después la pista se quedó vacía. Parecía una alerta nuclear”. En Madrid, una plaza soleada que le trae buenos recuerdos y le da buenas vibracione­s, Thiem ha revivido. Sólo había jugado diez partidos en todo el curso y tuvo que parar en marzo por un problema congénito en las rodillas.

En el Mutua Open recupera la sonrisa, que aún no es del todo abierta. Pero ese impulso le ha dado para meterse por cuarta vez consecutiv­a en semifinale­s tras sufrir y ganar por 3-6, 6-3 y 6-4 ayer al gigante John Isner (2,08), cuyo osado planteamie­nto no le llegó para apuntarse un nuevo éxito tras eliminar a Bautista (11º del mundo) y Rublev (7º). Hay que aplaudir, no obstante, la audacia del estadounid­ense, que a punto estuvo de meterse en la penúltima ronda con un juego de saque (18 aces) y volea, restando muy arriba y subiendo con mucha frecuencia a la red, como en hierba.

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