AS (Valencia)

El Madrid pone La mano en el fuego ●

Un polémico penalti, por un rebote que golpeó en el antebrazo de Asensio, le quita dos puntos al líder A Rodrygo le anularon un gol por falta a Gazzaniga ● Kroos fue Un tiro al palo por bando Gran partido del Girona

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO: JAVIER GANDUL, JESUS A. ORIHUELA, GETTY

El Madrid conecta demasiado tiempo el limitador de velocidad. Y cuanto más se acerca el Mundial, más abusa de él. Volvió a sucederle ante un Girona ordenadísi­mo, un equipo con un plan, un recién ascendido que pasa por otra cosa. El conjunto de Ancelotti se vio atrapado en un atasco durante más de una hora y salió de él en una jugada aislada, casi un calco de la que le dio la Decimocuar­ta en París: balón cruzado de Valverde y remate casi a puerta vacía de Vinicius. Un penalti del nuevo código penal transforma­do por Stuani, que dará conversaci­ón para toda la semana, anuló esa exigua ventaja blanca. Empieza a quedar la impresión de que el parón de Qatar puede resultar terapéutic­o aunque el liderato siga a salvo por un punto.

El Madrid es capaz de moverse a dos velocidade­s, incluso en un mismo partido según apriete o afloje el marcador. Con la corta, Modric y Kroos evitan que los partidos se salgan de madre. Dominan la química. Con la larga, Valverde y Camavinga pueden conseguir que se desmadren. Son la física. El primero tiene plaza fija desde hace tiempo. El segundo, corre turnos. Normalment­e, Ancelotti tira de él cuando se viene abajo la aguja del combustibl­e. Es una especie de agitador al estilo Vinicius pero arrancándo­se en largo. Cuesta verle como mediocentr­o puro, pero el equipo puede necesitarl­e ahí. Por edad o por falta de vocación, aún hay algo de irresponsa­ble en su juego y el puesto de pivote requiere tiempo, paciencia, continenci­a, sacrificio y disciplina. Eso lo tiene Tchouameni, pero aún le falta empoderars­e en un equipo del tamaño del Madrid.

El caso es que, en un partido de segundo nivel, Ancelotti quiso ver a Camavinga ahí. Confirmó que ofrece más en ataque y protege menos atrás. Fue ante el Girona, un equipo que anda en la cola pero que quiere jugar a lo grande. A los 20 segundos ya estaba en el área del Madrid. A los tres minutos ya había tenido su primera ocasión, una media vuelta imperfecta de Castellano­s. Eso ante un Madrid con todos los peces gordos menos Benzema, con el que Ancelotti pretende ser selectivo tras la paliza que se pegó el curso pasado. Más ahora que Rodrygo es candidato a suplente de oro.

El Madrid venía de perder su primer partido, una derrota venial salvo que el Celtic demuestre lo contrario, y sus primeros minutos fueron una acto de contrición: presión alta, recuperaci­ón rápida, omnipresen­cia de Modric... y un ataque demasiado lejano. Dos disparos estupendos de Camavinga, que para llegar es menos remilgado que Tchouameni, otros dos de Rodrygo, uno de ellos al palo, y uno más de Valverde. Todo de lejos. Cerca de Gazzaniga, en cambio, sucedió poca

cosa. El Girona le cedió las bandas al Madrid y le embarró el centro, el terreno de Benzema que nadie pisó.

El equipo de Michel fue modélico en su organizaci­ón defensiva, asignatura pendiente hasta ahora. Montó una línea de cinco y otra de cuatro por delante, separadas por diez metros, que volvieron al equipo impenetrab­le. Y tampoco olvidó la contra. En una de ellas, culminada en remate en plancha de Valery, pudo adelantars­e. Fue lo que pretende el técnico, un grupo valiente pero sensato, replegado pero elástico. Antes del descanso, con el Madrid narcotizad­o por la falta de espacios, de ideas, de presión alta y de movilidad, tuvo el equipo catalán el gol a un paso. Valery le ganó un pulso a la carrera a Carvajal y su centro retrasado lo empalmó Yangel Herrera al larguero. Cada llegada del Girona en esa fase era un sobresalto para el Madrid, sobre todo si mediaba Mendy, peatón sobre el alambre.

De Vinicius no había noticias hasta el descanso. De Rodrygo, solo detalles. El Bernabéu comenzó a pedir el libro de reclamacio­nes.

El descanso no alivió la desesperac­ión del Madrid, sin recursos para desactivar esa red defensiva del Girona. Una entrada de Kroos a Yan Couto, que fue de naranja oscuro, evidenció la incomodida­d blanca. Una cantada de Rüdiger que casi le regala un gol a Valery, la insegurida­d del equipo atrás. Para entonces Ancelotti había cambiado de marcha. Retiró a Camavinga, retrasó a Valverde y mandó a Asensio a la derecha. El balear era lo más goleador que le quedaba en el banquillo.

Y en un partido dormido, de pronto, pasó de todo. Valverde peleó un balón en el área, lo ganó y lo puso en el segundo palo para que marcara a puerta vacía Vinicius. Una reedición del tanto de la final de París. A partir de ahí, el vértigo. Gazzaniga le hizo la parada del partido a

Asensio antes de que el balear, en un córner, cometiera penalti al golpearle en la mano izquierda (el quid de la cuestión es cuanto la tenía en posición natural o antinatura­l) un rechace del hombro derecho. Una de esas penas máximas de última generación, detectada por el VAR y con mil interpreta­ciones, que Stuani transformó. Es costumbre que marque el uruguayo en el Bernabéu. Luego a Riquelme se le fue un bote pronto de gol, a Vinicius le faltó un pie para empujar otro balón sobre la línea, le anularon un gol a Rodrygo por quitarle el balón de las manos a Gazzaniga y vio la segunda amarilla Kroos. Solo entonces había asomado el nervio del Madrid. Ancelotti apeló a la fuerza aérea, Mariano más Militao, que es siempre último recurso. No resultó. No se puede vivir de la épica eternament­e.

expulsado ●

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 ?? ?? El Real Madrid vio como Melero anulaba este gol de Rodrygo al considerar que el portero del Girona, Gazzaniga, tenía posada la mano sobre el balón.
El Real Madrid vio como Melero anulaba este gol de Rodrygo al considerar que el portero del Girona, Gazzaniga, tenía posada la mano sobre el balón.
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