AS (Valencia)

El Madrid Celebra el parón

El equipo de Ancelotti se impone al Cádiz al ritmo de Kroos, que dio el primer gol y marcó el segundo Vinicius se perdió en riñas Fali agredió a Rodrygo y el VAR miró a otro lado Un gol de Lucas Pérez alargó el suspense

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO JESÚS Á. ORIHUELA Y JAVIER GANDUL

Qatar ya está aquí, en un mes será historia y Ancelotti lo celebrará en la intimidad. Su desmentido de que haya sido una mala influencia para el equipo no resultó convincent­e. Conforme se acercaba, el Madrid fue perdiendo tracción y no resultó una excepción el partido ante el Cádiz. Lo ganó al trote, sin sacudirle al público la mosca detrás de la oreja. Fue con un gol de Militao, ese huracán que va de un área a otra, el futbolista blanco que menos ha mirado por su selección, y otro de Kroos. No es casual que el alemán, retirado del equipo nacional, haya sido el futbolista de mejor nivel en el último mes. El resto del partido no tuvo más sal que las frecuentes riñas de Vinicius con la mitad del Cádiz, que quiso echarle del partido por la vía emocional, y el gol final de Lucas Pérez para darle diez minutos de suspense.

Como una cosa suele llevar a la otra, si se pierde en Vallecas no hay cansancio que valga de excusa ante el Cádiz, porque lo importante para el Madrid, ante un pinchazo inesperado, era hacerse perdonar pronto e irse a los casi dos meses de excedencia del campeonato a no más de dos pasitos del Barça a la espera de que amaine el temporal que azota su juego y sus ganas. Por eso Ancelotti vació su caja de caudales en un partido presuntame­nte sencillo que no lo ha sido en los últimos dos años: el once hipertitul­ar menos Carvajal, muy quebrantad­o en Vallecas, para limpiar la conciencia y las cuentas.

Fue ante un Cádiz más abierto de lo que se presumía. Le había ido bien en los últimos partidos saliendo más de la madriguera y eso intentó de salida en el Bernabéu. Su redefinici­ón, con un 4-4-11, ofreció una igualdad imprevista. De hecho, del equipo de Sergio fue la primera gran ocasión, un latigazo de Espino desde 33 metros que fue volviéndos­e peligroso hasta columpiars­e en el larguero.

La respuesta del Madrid fue el cada vez más frecuente dominio sordo, por inapreciab­le, y mudo, por su incapacida­d en el remate. Un equipo con poca gracia, con la cabeza en otro sitio, en el que una mayoría estaba embobada con el Mundial antes de lo que toca. Qatar ha sido un saco de plomo para el equipo y una buena parte de la plantilla ha desatendid­o lo urgente por ir a lo importante.

El Madrid pasaba el rato con remates lejanos (de Modric, de Rodrygo, de Valverde), flauta que ha sonado bien este año (diez tantos ya), pero que no debe considerar­se la ruta principal hacia el gol. Y Vinicius perdía fuerza con esa versión pendencier­a que se ha acentuado desde el derbi del Metropolit­ano. Ahí aprendiero­n a buscarle y, lo que es peor, a encontrarl­e.

A los 45 segundos ya le había

mandado al suelo Iván Alejo, que repitió poco después. Y como es de mecha corta, tomó el partido por el lado equivocado. Le pegan mucho, con la condescend­encia arbitral, y reacciona mal. En eso sigue siendo un juvenil. Se ganó la amarilla por sentirse justiciero tras una agresión de Fali a Rodrygo que el VAR se perdonó y perdió demasiada energía calentándo­le la oreja a un árbitro de brazos caídos.

Aquel bloqueo se rompió de la única manera posible, una jugada sin apenas elaboració­n. Kroos mandó una pelota al área y Militao, que seguía allí acampado después del córner inmediatam­ente anterior, metió un cabezazo inapelable a la red. Un gol en medio de la nada de un Madrid inapetente y un Cádiz muy duro. De bronca en bronca, el equipo de Ancelotti ganó el descanso un premio tan pobre como su fútbol.

El gol, en cualquier caso, devolvió el partido a lo que decían los pronóstico­s: un Madrid con posesión aplastante aunque no provechosa y un Cádiz encogido, sin otro objetivo que resistir. Y aun así tuvo el empate, en un mano a mano que no supo resolver Sobrino ante Courtois, jugada en la que quedó siempre desubicado Alaba. La respuesta del Madrid fue la contra mejor armada del partido, una combinació­n Modric-Vinicius-Lucas-Valverde con remate final del uruguayo que mereció el tanto. Lo evitó Iza Carcelen. Toda la creación del Madrid, que no era mucha, se perdía por falta de remate. Rodrygo no es un ariete converso y quién sabe si llegará a serlo alguna vez.

Mediado el segundo tiempo entendió Sergio que aquello aún tenía remedio. Metió a Bongonda y Ocampo, dos del héroes de la victoria ante el Atlético. Antes de que intentaran el improbable volantazo, el partido estaba casi acabado. La sentencia llegó en una volea tremenda de Kroos desde fuera del área que Ledesma vio tarde.

A partir de ahí el Madrid jugó a placer y, por fin, sembró el partido de ocasiones. La más clara, una de Modric, que perdonó un gol a puerta vacía, tras pase de la muerte de Vinicius. El Bernabéu, con el partido amarrado, coreó el nombre del croata, cuya carrera merece mil perdones. Fue antes de que otro héroe, Courtois, rechazara defectuosa­mente un remate sencillo de Bongonda. Lucas Pérez lo aprovechó para darle al partido cierta emoción. Espino, incluso, tuvo el empate en su cabeza. Eso ha sido el Madrid del último mes. Hasta los mejores han sufrido desmayos. Ancelotti espera que el Mundial se los devuelva con más apetito del que tenían cuando se fueron.

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 ?? ?? Un momento de la bronca entre ambos equipos, a raíz de la agresión de Fali a Rodrygo que no fue castigada ni por el árbitro ni por el VAR.
Un momento de la bronca entre ambos equipos, a raíz de la agresión de Fali a Rodrygo que no fue castigada ni por el árbitro ni por el VAR.
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