AS (Valencia)

Vuelve el líder, Aparece Arda Güler

El turco anota su primer tanto y cierra la goleada del Madrid ante el Celta Vinicius abrió la cuenta Fútbol en la primera mitad y goles en la segunda justificó su titularida­d Guaita, el mejor de los vigueses

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO JAVIER GANDUL Y JESÚS A. ORIHUELA

Aplicando los servicios mínimos, el Madrid mantuvo la calidad de su liderato con un tanto de Vinicius, ángel y diablo, otro de Güler y dos en propia meta del Celta, los tres últimos en los postres. El brasileño marcó por tercer partido consecutiv­o y sufrió otro episodio de enajenació­n mental transitori­a con Mingueza. Es un jugador tan temido en el vestuario ajeno como en el propio, pero en cualquier caso, con luces y sombras, no hay nadie más determinan­te en la Liga. El Madrid no hizo coincidir el fútbol con los goles: brilló en la primera mitad y acertó en la segunda, cuando los suplentes devolviero­n la ilusión al equipo. Al público, que venía de poner una reclamació­n en el partido ante el Leipzig, le consolaron el final y Arda Güler, con un gol de esa habilidad que solo se le ha visto en los entrenamie­ntos. El Celta fue lo que dice la tabla, un manojo de apuros.

Las derrotas drenan mal en los grandes. Incluso los empates útiles como el del miércoles. Nada nuevo en el Madrid, cuya leyenda esta construida desde la exigencia. Y si lo olvida, tiene una grada atentísima para recordárse­lo ruidosamen­te. Así que el equipo cayó sobre el Celta con un fútbol dominante, agresivo en la presión, profundo, sin respiro. En apenas seis minutos Guaita paró dos remates de Camavinga y vio cómo le llovían cuatro córners. Esa acometida era explicable por los resultados del sábado, favorables a sus perseguido­res, por la deuda contraída con el público cuatro días antes y por la alineación de Ancelotti, que gana en alegría con Camavinga y con Modric. El croata no se explica por qué se ha vuelto esporádico. Una gran parte del Bernabéu tampoco.

El Celta se protegió como pudo de aquella acometida con una zaga de cinco. Manquillo se convirtió en tercer central, junto a Startfelt y Unai Núñez, y Mingueza quedó como lateral derecho. Un ejercicio de superviven­cia, un acobardami­ento inducido, un asedio insostenib­le. Benítez esperaba que le ayudase el tiempo, ese que no tuvo en su breve estancia en el banquillo blanco, que el paso de los minutos ablandara al Madrid, que aguantara el tinglado defensivo, pero no sucedió.

Un córner lanzado por Modric acabó en triple remate. A los dos primeros, de Rüdiger y Vinicius, respondió felinament­e Guaita. Al tercero le tumbó el brasileño, autor en ese momento de los últimos cuatro goles del Madrid. Le ha resultado más fácil progresar en eficiencia que en continenci­a.

Curiosamen­te, el equipo de Ancelotti, siempre muy vencido sobre su banda, resultó mucho más activo en los comienzos por la derecha con Lucas Vázquez, uno de esos ejemplares fijos discontinu­os que han hecho carrera en el Madrid con

Modric

todos los entrenador­es a base de quejarse poco e implicarse mucho.

El Celta apenas tenía respuesta: dos tiritos, de Manu Sánchez y Bamba, un cabezazo de Luca de la Torre y muy poca presencia de Iago Aspas y Strand Larsen. El gallego, ese celeste tantas veces celestial, resume bien la decadencia del equipo: empieza a no ser lo que era y todavía no hay nadie mejor que él. Un doble chasco. Antes del descanso tuvo la mejor ocasión de su equipo, pero su remate fue suspenso en fuerza y colocación, un regalo para Lunin.

Menos efusivamen­te que al principio, el Madrid siguió volcado sobre el área viguesa, con Brahim y Rodrygo brujuleand­o en el juego interior. Un disparo a quemarropa del brasileño lo salvó Guaita con un pie. El resto lo hizo Camavinga con sus disparos desde fuera del área. Se confiesa mediocentr­o pero le gusta ‘volantear’ demasiado como para ser fiable en el puesto. Todavía es más Valverde que Casemiro. Melero le sacó una amarilla discutible y el Bernabéu salió en manifestac­ión contra el colegiado, que pagaba la factura del ‘fucking goal’.

Del descanso volvió otro Madrid y el mismo Vinicius. El equipo olvidó su ímpetu inicial y lo ajustado del marcador. El brasileño respondió con un empujón destemplad­o a un agarrón insistente, casi eterno, de Mingueza. La enésima imprudenci­a un futbolista tan diferencia­l como incorregib­le. Resulta difícil de explicar cómo un tipo con su sonrisa tenga que tratarse de enfado crónico.

El partido comenzó a decaer. Puso de su parte un Celta más atrevido, especialme­nte con la entrada de Allende y Cervi, pero contribuyó más a esa fase valle el conformism­o del Madrid. Al acoso permanente de la primera parte sucedió un periodo de contras esporádica­s sin sal en el remate. A Valverde se le fue cruzado un disparo lejano.

Otros tres, más cercanos, de Brahim, Rodrygo y Vinicius, acabaron en las manos de Guaita sin obligarle a nada. Era ese Madrid de mínimos de las últimas semanas hasta el chaparrón final, desatado por los jugadores de banquillo. En otro córner hizo el segundo gol. Lo lanzó Modric, como en el primero, lo cabeceó Rüdiger, como en el primero, y el rechace del larguero tocó en la espalda de Guaita para acabar en la red. El peor castigo para el mejor del Celta. El tercer tanto, testimonia­l, también fue en propia meta, de Carlos Domínguez, acosado por Joselu. Y ya en el descuento, Güler hizo su primer gol con el Madrid. Fue tras recibir un gran pase de Ceballos, sentar al meta vigués y marcar a puerta vacía con un aplomo que no va con su edad. Ese recuerdo se llevó el público del Bernabéu.

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 ?? ?? Guaita, desde el suelo, y la zaga celtiña ven frustrados como el remate final de Vinicius, tras un rechace, consuma el primer gol del líder.
Guaita, desde el suelo, y la zaga celtiña ven frustrados como el remate final de Vinicius, tras un rechace, consuma el primer gol del líder.
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