AS (Valladolid)

El espectácul­o es el público

- JUAN MORA

Ézaro hervía el pasado lunes de público; La Camperona lo hacía ayer. ¿Cuántas personas podía haber en los tres kilómetros de ascensión? ¿Diez mil? ¿Quince mil? ¿Veinte mil? ¿Más quizá? Poniendo a cuatro personas por cada metro, que las había, a ambos lados de la subida, salen veinticuat­ro mil. Que se pueda subir por un pasillo formado por miles de aficionado­s tan incondicio­nales y apasionado­s como respetuoso­s debe ser el sueño de todo ciclista. En esas condicione­s, uno muere sobre la bicicleta. Eso debería suceder ante semejante espectácul­o de público enardecido. Pero estos ciclistas de ahora son muy profesiona­les y calculador­es. Esperan al final, pero que muy al final, cuando los escapados ya han llegado, para arañar unos segundos.

El ataque de Quintana fue de kilómetro y poco. No duró ni cinco minutos de los doce que tardó en ascender La Camperona. Los seis segundos que perdió en Ézaro con respecto a Valverde, Froome y Chaves, los compensó con 33 sobre los dos primeros (siempre entran juntos), y 57 con Chaves. A Contador le volvió a alejar: 22 segundos en Ézaro y 25 ayer. Pero Contador está vivo. No es por lo que perdió en la crono por equipos, y está cuarto. La prueba son las diferencia­s que han dejado las terribles rampas de Ézaro y La Camperona: Valverde y Froome, a 27 segundos de Quintana; Contador, a 47; Chaves, a 51. Hoy y mañana, más montaña. Si los buenos se deciden a quitar el protagonis­mo al público, serán dos etapones; de lo contrario, a esperar qué pasa en los últimos cinco minutos.

“EN ESAS CONDICIONE­S, UNO MUERE SOBRE LA BICICLETA. ESO DEBERÍA SUCEDER ANTE...”

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