AS (Valladolid)

Una noche para dejar huella

- TOMÁS RONCERO ■

Duelo soñado en el Palacio de Goya. Los dos reyes de Europa, frente a frente. Nueve títulos para el Madrid. Siete para los gigantes del CSKA. La derrota no te dejaba fuera de la cuneta, pero significab­a dar un puñetazo en el tablero de la Euroliga. Jerarquía y prestigio en juego. Fue una pasada. Espectácul­o en estado puro. Más quisieran en la NBA tener muchos partidos como el vivido anoche en la Avenida Felipe II. Me recordó a un Madrid-CSKA que vi de crío en el coqueto pabellón de la vieja Ciudad Deportiva (allí estábamos apiñadas 5.000 almas), en el que perdí la voz celebrando un mate imperial de Alfonso del Corral (con los pantalones subidos casi a la altura de los sobaquillo­s) ante la atónita mirada de Viktor Pankrashki­n, un gigante moscovita de 214 centímetro­s. Jugadas así hacían afición.

Tres décadas después, el Madrid de Pablo Laso ofrece eso y mucho más. Teniendo en la cancha a Llull es como si decides incursiona­rte en la selva al lado de Tarzán. Sabes que todo va a ir bien. Sergio se supera en los días grandes. Se viene arriba. Literalmen­te. Su exhibición destrozó a los De Colo, Teodosic y Hines. Llull tiene repertorio, personalid­ad y capacidad de intimidaci­ón. Te avisa de que te va a clavar un triple... y lo mete. Nunca supieron cómo pararle. A su lado aprende rápido Luka Doncic, que no será como Drazen Petrovic pero no le andará muy lejos. Fenómenos Machete Ayón y Randolph en la pintura. Y un diez para Maciulis. Habitual actor secundario, pero cuando un lituano se mide a un equipo ruso la cosa se pone seria. Triunfo redondo. Noche perfecta. Reyes de Europa.

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