AS (Valladolid)

El Madrid se autocastig­a

Un gol en propia meta de Ramos y un error de Keylor le condenaron en la recta final ● La fe arrastró a un Sevilla candidato a todo ● Jovetic volvió a marcar

- LUIS NIETO

El fútbol se tomó el capricho de castigar a Ramos en diferido, muy cerca de ese territorio que tan bien domina, esos minutos que se escriben con dos efes, bien pronunciad­as por el Sevilla: fe y flor. Un cabezazo del central, muy en la línea del de Danilo del jueves y con Keylor en la higuera, le quitó al Madrid medio partido. El otro medio se lo arrebató Jovetic, que ha entrado al galope en esta Liga. El Sevilla, menos rupturista que de costumbre, lo dejó todo en la embestida final.

Fue un desastre exprés. Marcelo cometió una falta evitable y, como pidió Sampaoli, el partido se le hizo insoportab­le al Madrid. También a Keylor, que flaqueó en los dos goles. Le hirió el azar y le remató un Sevilla indestruct­ible, investido formalment­e como candidato.

Era el mismo producto del jueves, pero se sirvió en otro envase, más hermético, casi irrompible. Zidane y Sampaoli sacaron idénticas conclusion­es del compromiso copero: hubo demasiados jugadores por delante del balón y les pareció una frivolidad. Así que el Madrid hizo recortes en su formato, quedó amparado por tres centrales, le dio carrete a sus laterales y le quitó un punta al once.

El Sevilla también cambió, se apostó con una defensa de cuatro, auxiliada por dos mediocentr­os y con un único punta, Ben Yedder. Fue mejor sin la pelota y peor con ella. Así tuvo el partido un desarrollo más convencion­al, en parámetros de igualdad, con un Sevilla menos territoria­l hasta el arreón final y un Madrid sobreprote­gido. Hasta el minuto 26 no se registró el primer temblor, un remate inocente de Cristiano. A esas alturas, cuatro días antes, las áreas estaban sembradas de balas.

En aquel partido tan cerrado, al que contribuía un ambiente cargado por el efecto Ramos, sólo Marcelo y Modric asomaron la cabeza en los primeros minutos sin llegar a ninguna conclusión. El resto del Madrid se movió en torno a Casemiro, ese futbolista sobre el que hace ya muchos meses dio la vuelta el viento. Empezó limpiando la mala conciencia del equipo. Hoy es consejero de seguridad nacional. Como N’Zonzi en el Sevilla.

Tomaron el relevo Vitolo y Nasri. El canario entró y salió de la banda, en baile desconcert­ante que a menudo sorprendió a ese Madrid marcial. Nasri, prototipo de futbolista que el Sevilla sabe reparar (como Rami, como Vietto...), tuvo comparecen­cias breves pero relevantes. Un remate suyo a las manos de Keylor fue su única reseña antes del descanso.

El Sevilla elevó un punto su presión después, buscando prosperida­d con una posición más adelantada de Franco Vázquez. Keylor tuvo que sacar un remate del argentino y otro de Ben Yedder. Benzema, al que le van los partidos con más azúcar que éste, se encontró con la ocasión del partido, tras un pinball en el área del Sevilla, al que aplicó un morterazo destemplad­o a las nubes. Para entonces Modric había desactivad­o el repunte del Sevilla. Sergio Rico acabaría por anularlo al cometer un penalti manifiesta­mente evitable sobre Carvajal, que huía hacia un costado en su arrancada cuando el meta lo levantó del suelo. Cristiano lo convirtió.

El Madrid quedó entonces en manos de la seriedad de sus centrales, con Varane como primera figura, y en la fuerza del grupo, la gran aportación de Zidane, pero Ramos le dio al sevillismo el gustazo del harakiri. Y Jovetic, la razón a Monchi por enésima vez, con inestimabl­e colaboraci­ón de Keylor, una sombra de lo que fue. El Madrid promete tomarse la derrota como vacuna y no como enfermedad.

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