Razones para el optimismo

Lo reconozco, este año soy optimista en torno al futuro del Valladolid.

Lo fui desde el principio. Me pareció perfecta la decisión general de abordar con una gran dosis de tranquilidad la complicada situación de sumar cinco derrotas consecutivas. Fue algo atípico en fútbol, algo poco normal, pero que tenía su sentido. Tras un año bochornoso en el que todo salió mal y todo nos pareció mucho peor de lo que seguramente fuera en realidad, hacia falta una catarsis que condujera al club, al equipo y a todo el entorno a un sendero de concordia, sensatez y tranquilidad. Y en eso estamos. Y hay que reconocer que empiezan a recogerse los frutos. La victoria de Cádiz ha colocado al Valladolid, por fin, en un lugar puntero de la clasificación. Y lo hace en un momento en el que todos estamos empezando a vislumbrar que este equipo y este técnico valen mucho más que esas cinco derrotas consecutivas de la primera vuelta que tanto han lastrado hasta este momento al conjunto blanquivioleta.

Si a los 31 puntos obtenidos por los de Herrera le sumáramos los siete que, en buena lógica, hubiera podido sumar ateniéndonos a la media de puntos logrados, el Valladolid estaría ahora tercero, a un punto del ascenso directo, y con la moral por las nubes. Seguramente ese no sea el lugar que corresponda ahora al Valladolid, pero estoy convencido de que los 31 puntos actuales no hacen justicia a las posibilidades y méritos. Por eso soy optimista y creo que todo aun es posible. Sin volvernos locos, sin lanzar las campanas al vuelo. Pensando, únicamente, en ganar en Oviedo. Solo en eso. Por ahora.