Un autobús en busca de grandeza
Cuatro centrales, dos laterales por delante y algún otro centrocampista que se dedique más a la resta que a la suma. Seis, siete, ocho defensas. Parapetarse, dejar pasar el tiempo y confiar en alguna contra, ése es el plan que Víctor Sánchez del Amo prepara ante el Barça, en una versión más amarretegui aún de la que ya viene mostrando este Betis que entrena el madrileño. El banquillo: píldora de la metamorfosis que convierte a defensas fieros como Paco Jémez en kamikazes sobre la portería rival, y a extremos elegantes como era Víctor en inopinados adoradores de Capello.
Tampoco están las cosas para más que resistir lo que se pueda las acometidas de la mejor delantera del mundo y apelar a la suerte que venga de arriba, dicho esto en el más amplio sentido de la expresión: del Cielo y del único goleador fiable que ha tenido el Betis últimamente, Rubén Castro Martín. Instalada en Heliópolis desde hace una década, la mediocridad se acabó por apoderar de un club que celebra como épico cada triunfo (los menos) y se harta de buscar excusas para cada derrota (las más). Hace demasiado que el Betis no le gana al Barça ni a ningún otro equipo grande. A ver si esta mañana de domingo, con el autobús en la portería y aunque eso eche una mano al eterno rival (recelo de los más antisevillistas), vuelve a soplar por el Villamarín un vientecito de grandeza.