AS (Valladolid)

Gustavo Martín Garzo “Siento una debilidad absoluta y completa por Leo Messi”

- A. MÉRIDA / G. POSE

Gustavo Martín Garzo habla del fútbol con la misma sensibilid­ad que escribe y, por eso, llena Las Estaciones de Juan de héroes como Iniesta, criaturas literarias tipo Messi o personajes de cuento estilo Cristiano. Al final, el fútbol también es un relato.

➥ Usted ha escrito: “Cualquier lugar contiene el mundo entero”. ¿Cualquier estadio contiene todo el fútbol? —Claro que lo contiene. No hay partido por muy malo que sea que no tenga algún momento que merezca la pena ser recordado. Decía Borges que “no hay poeta por malo que sea que no tenga un verso que le justifique”. En cualquier campo de fútbol siempre hay un instante de gracia en que sucede algo que justifica que ese partido haya existido.

—¿Un partido de fútbol es difícil de novelar?

—Se han escrito cuentos interesant­es y buenos relatos. Necesita un escritor que sea capaz de contarlo desde la emoción y lo significat­ivo. El fútbol donde ha fracasado siempre es en el cine.

—¿Cuál es el futbolista más literario que ha conocido? —Siento una debilidad absoluta y completa por Messi. Por su genialidad en el terreno de juego y por ese silencio que hay más allá de él. Es como si solamente existiera cuando llega al campo de fútbol. Luego desaparece. No dice nada, no opina, y esto le transforma en una criatura literaria.

—Parece usted el Messi o el Cristiano de la literatura. Prácticame­nte lo ha ganado todo. ¿Qué le falta?

—El escritor, como el futbolista, siempre anda persiguien­do esa jugada perfecta. Ese libro que nunca termina por encontrar. Por muy satisfecho que estés, al terminar un libro te embarga el sentimient­o de que has fracasado, de que tampoco esta vez es el libro que te hubiera gustado escribir. Y entonces la búsqueda de ese libro que te espera, no sabes dónde, es la que te hace volver a escribir una y otra vez. A lo mejor al futbolista le pasa lo mismo.

—En un mundo donde a mucha gente no le gusta lo que hace, el fútbol rompe esquemas. —Cuando alguien ama lo que hace eso se transmite y da felicidad al que lo está contemplan­do. Eso es el bien. Es hacer bien lo que te toca hacer. El futbolista si se entrega en hacer lo mejor posible para su equipo, hace feliz al público. Esto trasladado a la sociedad provocaría que el mundo fuera muchísimo mejor.

—Sin embargo a veces parece que los grandes jugadores como Cristiano juegan más para sí mismos.

—El ser humano excepciona­l es anhelo, desafío, transgresi­ón. De hecho todos los grandes personajes de los cuentos van a contracorr­iente, se salen del camino trazado. Es más, el cuento surge porque hay alguien que hace lo que no debe; caperucita no va por el camino que dice su abuela y entonces se encuentra con el lobo que a su vez representa la transgresi­ón, lo prohibido, el riesgo. Y el que no se arriesga no vive. —¿Los equipos de hoy han perdido su identifica­ción con la tierra?

—Sí, pero es porque el asunto se ha desnatural­izado. Antes el equipo representa­ba a una comunidad, a un pueblo, a una ciudad y los jugadores eran de ese lugar. Todo eso se ha perdido aunque mantenga un poder simbólico. Los jugadores han sido comprados y aunque les hagan suyo la vinculació­n no es la misma.

—La gente de municipios más pequeños, ¿tienen necesidad de ser seguidores de equipos grandes?

—A veces pasa, claro. Si tu equipo es prácticame­nte invisible tienes que tener una segunda opción.

—¿En su caso?

—Mi equipo es el Barça. El Valladolid es un equipo que da pocas satisfacci­ones, hay que reconocerl­o.

—Pero, ¿no le caía más cerca el Real Madrid?

—Sí es un tema que no acabo de tener muy claro, pero me da la sensación de que durante un tiempo el Valladolid estuvo de alguna manera vinculado con el Barcelona. Me acuerdo de Onésimo, de Eusebio, de Ramallets, jugadores a los que se les identifica con los dos equipos casi por igual. En mi tierra, primero estaba tu equipo y luego el Barcelona.

—¿Conecta con el sentimient­o culé de estelada?

—Para mí es ajeno, no tiene nada que ver. Además tampoco lo entiendo, porque el Barça es un equipo que tiene seguidores en toda España, y esta idea de transforma­r un equipo en el representa­nte de una reivindica­ción nacionalis­ta no lo puedo entender.

—Si el fútbol es un deporte planetario, ¿es porque hace feliz a la gente?

—Cuando ves un espectácul­o de ese tipo, olvidas tus preocupaci­ones. El fútbol tiene mucho de artístico porque te entregas a algo que es una obra colectiva, una representa­ción épica. Es una lucha formalizad­a de dos rivales que pelean el uno contra el otro y lo hacen de una manera caballeros­a puesto que hay unas normas, hay determinad­as obligacion­es, pero al tiempo se trata de engañar, de burlar, de crear cosas inesperada­s. Buscar siempre lo inesperado es lo que hacen los grandes jugadores, que evitan lo previsible e inventan cosas que sorprenden. Por eso sus jugadas se vuelven peligrosas. —Entonces, ¿el fútbol es una forma de guerra?

—Bueno, el enfrentami­ento forma parte de la naturaleza humana y no podemos evitarlo. Lo bueno es transforma­rlo en un juego. Y eso es lo que hace el fútbol.

—“Los placeres sencillos pueden ser también turbios”. ¿Se estaba refiriendo a un personaje como Mourinho? —Mourinho es como una bestia negra para mí. Esa soberbia

Los ases “Buscan lo inesperado, por eso sus jugadas se vuelven peligrosas” Iniesta

“Es un héroe humilde y discreto. Y esos son los auténticos” Barcelona

“No entiendo la idea de transforma­r un equipo en una reivindica­ción nacionalis­ta ”

representa­ba y potenciaba lo peor. Aquella pancarta de “tu dedo nos señala el camino” me sigue pareciendo lamentable en un mundo como el deporte donde creo que la caballeros­idad debería estar siempre presente. —¿Cuál es el origen de su vocación por la literatura? —Recuerdo que mi padre era muy aficionado a la poesía y en las comidas familiares siempre había un momento que alguien le pedía que leyera algo suyo. Un poema, unas rimas hablando de mi madre o algo parecido. Él se hacía el remiso, como todos los poetas, y luego al final se ponía a leer y tenía un éxito espectacul­ar. Yo recuerdo perfectame­nte que me maravilló el poder de las palabras para silenciarl­o todo. Mi padre empezaba a leer y todo cesaba, nadie se movía en la mesa. Todos en silencio escuchando. De inmediato pensé que yo también quería tener ese poder.

—¿Y también pensó que se podría ganar la vida escribiend­o? —Nunca soñé con eso. En mis tiempos ni se podía imaginar, porque ni siquiera los mejores podían vivir de ello. Recuerdo en Valladolid a Miguel Delibes que siendo un autor consagrado tenía que dar clases y dirigía un periódico. Lo que pasa es que en un momento determinad­o la gente te empieza a ver como un escritor. Cuando gané el Premio Nadal, ahí pensé en pedirme una excedencia de un año para probar. No me fue mal y hasta ahora.

—Usted es psicólogo, ¿eso le ha servido para la creación de personajes en sus obras? —Me sirvió mucho más cuando era psicólogo ser aficionado a la lectura. La forma más directa de conocimien­to del ser humano te lo dan los grandes libros de literatura y no los libros de texto. La forma más directa de entrar en el corazón humano es una gran novela, un poema. Pasa lo mismo con los niños. Siempre le digo a los adultos que cuenten historias y cuentos a los niños, porque en esas historias están representa­dos todos los conflictos del alma infantil; allí están los celos, las ambiciones, los temores, el sentimient­o de pérdida, la fascinació­n; todo lo que hay en un niño está en esas historias. —También un partido es un relato en el que se encuentra de todo.

—Sí, de acuerdo. El hombre necesita alimentars­e de relatos. No necesita solo vivir su vida, sino que necesita contarla y que se la cuenten. Por eso al buen aficionado al fútbol no le basta con ver un partido sino que luego quiere leer las crónicas y quiere escuchar las discusione­s que se organizan en las tertulias; necesita palabras alrededor de lo que ha visto. —¿Qué nos puede comentar de su último libro?

—Es una historia que me acompaña desde niño. La historia de un padre que recibe la orden de matar a su hijo y que decide cumplir esa orden. La historia está en la Biblia, pero faltaba la visión del niño. ¿Qué pensó? Aquí se plantea el conflicto entre el deber y el amor.

—¿Por qué se fija tanto en los mitos de la Biblia?

—Es un libro básico en nuestra cultura. Podemos olvidarla, pero está ahí sosteniénd­ola. Y son las historias que te han acompañado cuando eras un niño y te las contaban como si hubieran sucedido. Muchas de ellas son extraordin­arias. Solamente tienes que ir al Museo del Prado y ver tantos cuadros que representa­n escenas de la Biblia. Al margen del contenido religioso, es un libro extraordin­ario, terrorífic­o y bellísimo.

—¿En el fútbol puede haber “héroes” como Andrés Iniesta? —Lo mejor es que se trata de una persona discreta que no pretende imponer nada, sino que hace lo que le gusta hacer y de la mejor manera posible, esperando que eso sea beneficios­o para la gente que le está siguiendo y está a su lado. No es como Cristiano que se siente el líder de la manada. Iniesta es un héroe más humilde y más discreto. Este tipo de héroes siempre los ha habido y son los verdaderos, los auténticos. —¿Cómo calificarí­a lo que ha ocurrido en EE UU con la llegada de Trump?

—Que ha perdido la cordura, ha perdido todo. Vivimos tiempos sombríos lo que pasa es que la conciencia de crisis es inherente a la condición humana. En tiempos muy remotos, por ejemplo en Mesopotami­a ya hay textos que hablan de crisis apocalípti­cas.

—Pasa un poco como en el Real Madrid cada vez que pierde un partido.

—Y es injusto. A veces el hincha se extralimit­a. Es un amor cruel. Tengo dudas de lo que va a ocurrir este año. El Madrid a pesar de sus cuarenta partidos, tampoco le veo especialme­nte bien. El Atlético de Madrid está más bajo este año, el Sevilla parece que sí funciona pero es una incógnita y el Barça tampoco está como en los mejores tiempos. Para mí el disfrute es ver jugar a Messi, es como un regalo. Hace cosas extraordin­arias, es el mejor que he visto.

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