AS (Valladolid)

Viviendo al límite en el Camp Nou

- SANTI GIMÉNEZ ■

Del Barça de Luis Enrique pueden decirse muchas cosas, alguna malas, muchas discutible­s, pero hay dos innegables: este Barcelona no aburre (ha pasado de vivir en el dominio a vivir en el alambre) y es absolutame­nte competitiv­o. Es indescifra­ble e irreductib­le. Un conjunto que puede jugar rematadame­nte mal y aún así lograr el pase a la final de la final de la Copa del Rey de una manera agónica. Sobrevivie­ron los aficionado­s barcelonis­tas a un partido al que hace mucho tiempo que no están acostumbra­dos. Con un equipo que no jugó ni a las tabas, que fue dominado de cabo a rabo por un rival que le acogotó, los blaugrana únicamente se aferraron a la inmensa suerte de tener, según los expertos del fútbol mundial, al segundo mejor jugador del mundo. Messi fue el elemento diferencia­l de un partido que mereció llevarse el conjunto de Simeone. El 10 culé se inventó el gol de Suárez, fue el faro en los momentos de zozobra (en el alargue, por ejemplo) y estuvo a punto de marcar el gol del año en una falta descomunal.

Exceptuand­o a Messi, el Atlético fue mejor en todo lo demás. Incluso siendo fiel a su tradición de cometer catástrofe­s en los peores instantes. De nuevo, un penalti fallado en el peor momento, un gol mal anulado, despreciar una superiorid­ad y, no lo olviden, si había un equipo capaz de convertir a Cillessen e un refrente del Barça, ese era el Atlético. El escaso público del Camp Nou, vivió al límite. Por fin tuvo conscienci­a de que a veces, sufrir da resultados, pero deben de saber, que milagros como el de ayer no abundan. Que se pongan las pilas.

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