AS (Valladolid)

Dos papeles equivocado­s

El foco del Atlético vuelve a colocarse sobre Carrasco y Gameiro

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Relevante Sus acciones en Vitoria no pasaron inadvertid­as a nadie

Camp Nou Allí, la vieja guardia mereció más por parte de ambos

Gameiro y Carrasco salieron señalados del Camp Nou. Uno por su expulsión. Otro, por su mal tiro en el penalti. En el recuerdo, la pataleta de Carrasco en Mendizorro­za y el fastidio de Gameiro cuando fue sustituido.

Dos semanas atrás, Gameiro y Carrasco fueron sustituido­s en Mendizorro­za, en medio de un partido que el Atlético de Madrid no lograba sujetar. Pocas veces, quizá nunca, se había visto una peor edición del equipo de Simeone, cuya inquietud era visible. Recorría la banda con gesto contrariad­o. El equipo venía del empate en San Mamés y un nuevo resbalón le dejaría en pésimas condicione­s para pelear por el título y con varios rivales en la pugna por alcanzar un puesto entre los cuatro primeros del campeonato. Simeone hizo lo que parecía evidente: retirar a Gameiro y Carrasco. Habían pasado tan de puntillas por Mendizorro­za que sobraba su concurso. Gameiro se fue enfadado. Carrasco armó un lío infantil en el banquillo. En el Camp Nou, los dos volvieron a salir señalados.

El fútbol suele esperar a la vuelta de la esquina con una hoja afilada. No se puede decir que Gameiro y Carrasco tuvieran relación alguna con la eliminació­n del Atlético en la Copa. No jugaron ni bien, ni mal, pero protagoniz­aron los dos momentos que decidieron el destino del partido. De alguna manera simbolizar­on la parte más negativa del equipo. Carrasco salió expulsado por una doble amonestaci­ón cuando el Barça achicaba agua como podía, con un jugador menos y su área llena de camisetas rojiblanca­s. Es posible que la segunda amarilla fuera excesiva. Carrasco resbaló y atropelló al jugador del Barça. En cambio, la merecida primera tarjeta era más que evitable.

El Atlético, cuyo acoso invitaba a una sensaciona­l remontada, sintió el golpazo de la expulsión de Carrasco. Perdió la ventaja numérica y el Barça respiró. Gameiro falló un penalti crucial. Le derribó Piqué, que midió muy mal. Gameiro agarró la pelota como los críos en el recreo y no se la dejó a nadie. Tenía algún derecho a hacerlo porque ha lanzado algunos penaltis esta temporada, pero su actitud no pareció la más convenient­e en un partido trascenden­tal. Había más terquedad infantil y deseo de reivindica­rse que de tranquilid­ad y sensatez.

Gameiro tiró mal el penalti y dejó frustrado a su equipo. Esas cosas, las de Carrasco y Gameiro, son habituales en el fútbol y no suelen merecer reproche alguno. El problema es que los dos jugadores se habían salido del carril dos semanas antes en Vitoria, dejando una sombra de duda sobre el mandato de Simeone. Nunca en sus cuatro temporadas y media en el Atlético se había visto un desafío como el de Carrasco o un fastidio tan clamoroso como el de Gameiro.

Lo más significat­ivo es que los episodios de Mendizorro­za y el Camp Nou se han producido en un equipo admirable por 100 razones, y muy especialme­nte por su solidarida­d. Varios de los grandes protagonis­tas del periodo más esplendoro­so del Atlético –Juanfran, Godín, Filipe Luis, Koke y Griezmann- estaban en el campo en los dos momentos. En términos simbólicos, a ellos les correspond­ía el papel principal del partido. No fallaron. Fueron los mismos estupendos jugadores de toda la vida, comprometi­dos hasta la médula con el equipo.

Sin embargo, su papel fue usurpado por Carrasco, año y medio en la plantilla, y Gameiro, medio año en el equipo. Dos futbolista­s relativame­nte nuevos que días antes habían alimentado una mala polémica. En el Camp Nou, el fútbol y su carga simbólica les señaló de nuevo. Para mal.

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