AS (Valladolid)

Donde no llega el fútbol, llega la fe

Remontada de época del Madrid tras una hora de juego pésimo ● Empató de penalti por mano involuntar­ia de Bruno ● Isco cambió el partido

- LUIS NIETO

En un ataque de furia, en una carga desesperad­a, con Isco de bombero, el Madrid salvó su liderato en Vila-real. En veinte minutos puso patas arriba un 2-0 que le dejaba sin comodines. En este equipo, donde no llega el fútbol alcanza la fe. Cruzó la línea de la victoria, como tantas veces, con el semáforo en ámbar.

El Madrid pasó en veinte minutos de la inhibición a la exhibición. Recuperó la pelota y la fiereza cuando se vio sobre el precipicio. Bale metió un gol en cabezazo de rompe y rasga que resultó una maniobra de reanimació­n inesperada. El Villarreal, que había gobernado el partido, se arrugó, en parte por el empuje del líder, en parte porque le abandonaro­n las fuerzas. El Madrid encontró el empate en un penalti para la discordia. Un rebote golpeó en la mano de Bruno, que tenía el brazo excesivame­nte levantado. Eso equivocó al árbitro. Un toque involuntar­io en una postura antinatura­l le condenó. El lance desquició el partido. Cristiano marcó el penalti. Y Morata acudió puntual al asalto final, con otro cabezazo que le quitó al Madrid la soga del cuello.

El Villarreal fue lo que dicen sus números, un equipo casi irrompible, de producción moderada en ataque y que nada regala en defensa. Un grupo regado de buenos centrocamp­istas y con un inteligent­e retoque en su dibujo (se recompuso sobre un 4-1-4-1) que le hizo aún más consistent­e. Afligió al Madrid, negándole la salida con Trigueros, Bruno y Jonathan, futbolista­s de gran sentido táctico, y con Castillo y Adrián inquietant­emente acostados en las bandas. Ahí el Madrid no sabe a qué quedarse. Carvajal y Marcelo facilitan su despliegue, pero les cuesta volver.

Las dos mejores oportunida­des del Madrid en la primera mitad fueron construida­s por el brasileño: una, en cabezazo de Benzema, fue salvada por Asenjo a costa de romperse por cuarta vez el cruzado; otra, de Bale, se fue a la grada. Pero, a la vez, por esa misma banda abrió Samu Castillejo un pasillo tremendo que hizo tambalears­e al equipo de Zidane. El ex del Málaga dejó un larguísimo repertorio de cómo desbordar.

El Villarreal de Marcelino fue construido para la emboscada, pero Escribá ha logrado, a ratos, convertirl­e en un equipo dominante. Este fue el caso. Durante toda la primera mitad tuvo en un puño al Madrid, al que no toleró ni combinacio­nes ni contragolp­e. Fueron 45 minutos de malestar general ante un fútbol vigoroso, insistente, ordenado, con mejor organizaci­ón que remate. Dos veces llegó a la zona de la verdad el Submarino: Keylor rehabilitó su figura en la primera, a zapatazo de Mario; Samu Castillejo no supo abrochar el bote pronto en la segunda, a dos pasos de la línea de gol.

La BBC salió sin los dientes afilados. Bale se retrasó para sentirse parte del partido, pero le faltó profundida­d. Cristiano, que ha perdido narcisismo en su juego, quedó fuera de la zona de operacione­s, porque al Madrid no se le permitió correr. Benzema, con continuos cambios de enclave, se quedó en el intento. Se trastabill­ó en el último pase y no estuvo para el remate. No fue ni carne ni pescado.

El gol de Trigueros, en una media vuelta tras rechace de Marcelo, no hizo sino confirmar hacia la dirección que hacía tiempo había tomado el partido. El de Bakambu, tras quitarse de encima con suma facilidad a Ramos, asomó al Madrid al abismo. Luego fueron subiéndose al partido Isco, que puso en marcha la locomotora, Morata y Lucas Vázquez y la hora larga de un Villarreal luminoso quedó apagada por una remontada de campeonato.

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