AS (Valladolid)

Asensio llama a la puerta

Ejerció de líder del otro Madrid y dejó una jugada para el recuerdo Doblete de Morata y calentón de James Reacción insuficien­te del Leganés

- LUIS NIETO

Si este es el Madrid que viene, y lo es, lo pasará en grande el Bernabéu y no tanto los entrenador­es que lo dirijan. Un Madrid joven, con una alineación copera, fue tremendo en las dos áreas, donde se jugó gran parte del partido, para gozo de Butarque. Ganó el equipo de Zidane, que tuvo mejores puños que mandíbula, en noche de confirmaci­ón para Asensio y de reivindica­ción para Lucas Vázquez, Kovacic y Morata.

Zidane le ha cogido el gusto a tirar de su reserva natural. En Leganés puso esta Liga en manos de un once con 25 años de edad media, el equipo de guardia que vigila la hucha mientras las figuras reposan en tránsito hacia las grandes batallas. Una rotación extrema, a un paso de írsele de las manos, con sólo cuatro futbolista­s de los que probableme­nte se medirán al Atlético el sábado. Un atracón de juventud que deparó un partido de vaivenes en el que el Madrid fue capaz de hacer tres goles en ocho minutos y encajar dos en tres. A ese partido con curvas contribuyó un Leganés sin complejos, lactante en Primera, pero con un plan atrevido. Con defensa de cinco, presionó la salida de la pelota del rival con hasta seis jugadores y no se deshizo cuando se vio muy por detrás.

Sin la BBC, el Madrid entregó el partido a la infantería y tuvo el acierto de marcar antes de jugar. El partido estaba en un puño cuando Asensio recuperó el balón que él mismo había perdido, pisó el acelerador durante 50 metros sin que nadie le echara el guante y le regaló el gol a James. De este modo tan espectacul­ar se desabrochó un partido que el Madrid creyó tener ganado a los 23 minutos, dos tantos de Morata mediante. Hasta ese punto le llevaron las ocurrencia­s de Asensio, el acierto de su ariete, un Kovacic hiperactiv­o y con jerarquía y Lucas Vázquez, un detonador por la banda derecha.

La misma de la que se olvidó Danilo en los minutos posteriore­s. Entre el primer y segundo gol mandó una pelota al palo y creyó que su futuro estaba en campo del Leganés. Diego Rico lo aprovechó para cobrarse los atrasos y regalarle un gol a Gabriel. El segundo lo entregó el Madrid en jugada de estrategia, con mal despeje de Ramos y remate sencillo de Luciano. Al equipo de Zidane le habían tirado diez veces antes del descanso, prueba de que no sólo aparecen deformidad­es cuando juega la BBC. Y es que el fútbol de este Madrid alternativ­o fue menos grupal que de costumbre. James se quedó en el balón parado y perdió otro tren. Su descomunal enfado al ser sustituido no fue más que otro paso hacia la puerta de salida.

Un autogol de Mantovani con ambas manos, en simulación grotesca de bloqueo de voleibol (el árbitro se lo dio a Morata), mandó al Leganés de nuevo a la casilla de salida. Y ahí el partido acabó por consumirse. Al Leganés no le dio para un segundo asalto a la cima y el Madrid se puso en modo ahorro. De lo que no ha gastado hasta ahora pretende vivir en la hora de la verdad.

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