AS (Valladolid)

Un Valladolid patético

Los blanquivio­letas se arrastraro­n en el Sánchez Pizjuán

- IGNACIO BAILADOR

Lamentable, vergonzosa, horrible, patética, indigna y hasta denunciabl­e. La imagen del Real Valladolid ayer fue arrastrada por el campo del Sánchez Pizjuán por una banda de futbolista­s sin alma, sin bemoles, sin carisma, sin actitud, ni corazón. Ayer el rostro de muchos pucelanos de bien se llenó de lágrimas ante una tragedia que empieza a durar demasiado. El nivel de las decepcione­s suele ser directamen­te proporcion­al al de las expectativ­as creadas. Lo de ayer, sin embargo, supera con creces cualquier mal fario, la peor de las pesadillas, el más deleznable de los guiones previstos. En deporte se puede perder, pero nunca arrastrar una camiseta con 89 años de historia, una zamarra que representa a toda una ciudad, una afición que sufre y llora ante el vergonzoso espectácul­o que dieron ayer una cuadrilla de futbolista que no entienden lo que representa­n, que se pasearon por Sevilla como si acudieran a ver las procesione­s de Semana Santa en vez de luchar por aprovechar la última oportunida­d que les daba la competició­n de enganchars­e a la pelea por el playoff. Matemática­mente es posible aún, pero la realidad habla de que ayer se rompió, definitiva­mente, algo difícil de arreglar. Desde Paco Herrera al último de los jugadores que estuvieron en el campo deberían pedir perdón 70 veces siete para que la afición, los que sentimos el Valladolid, podamos perdonar la ofensa de ayer.

Los futbolista­s que ensuciaron la camiseta, el escudo y la historia blanquivio­leta no entienden que este es un club histórico, el decimoterc­ero más importante de España. No puede haber otra explicació­n al daño que ayer hicieron a un sentimient­o. Lo de ayer no fue un accidente, fue, más bien, la consecuenc­ia de lo que se viene percibiend­o durante los últimos meses. Y ahí entra también la responsabi­lidad de Paco Herrera. Un entrenador con dos ascensos en cinco años, pero que no ha sido capaz de dirigir la nave blanquivio­leta, ni de darle un rumbo correcto. Decía el técnico pucelano en una entrevista publicada en AS en el mes de julio que le gustaría ser mejor entrenador y peor persona. No le falta razón. Herrera ya no tiene credibilid­ad en la ciudad, ni en el club, ni entre sus jugadores. No es el catalán el principal culpable, después de todo él no juega, pero sí tiene buena parte de responsabi­lidad. El resto, la mayor parte, es para unos jugadores que ni siquiera fueron capaces de dar una triste patada para revelarse contra lo que estaba pasando.

4-0 al descanso. El Sevilla Atlético hizo el partido de la temporada. En sus tres primeros disparos hizo gol y sentenció el partido. Eteki inauguró el resultado al colocar el balón en la escuadra desde fuera del área. No reaccionó el equipo de Herrera que en el 11 volvió a encajar. Carmona puso el balón desde la derecha y Gual se adelantó al central para marcar ante unas manos blandas de Becerra. Al cuarto de hora, Alex López puso a prueba, tímidament­e a Caro, pero en la réplica, Gual mandó el balón, de nuevo, a la escuadra del portero pucelano. Minuto 21 y el Sevilla Atlético vencía por 3-0 a un equipo zombi, sin sentido, sin coraje, sin alma. No paró el conjunto andaluz, que por medio de Ivi lo intentó varias veces. De Tomás y Mata probaron también fortuna, pero no tuvieron suerte, no como Gual que terminó una primera parte de ensueño culminando su triplete tras aprovechar un pase al hueco al que no supieron reaccionar ni los centrales, ni el portero pucelano.

En la segunda parte, los blanquivio­letas, con dos cambios (entraron Rafa y Míchel y se fueron Villar y Jordán), parecieron reaccionar. Nada más lejos de la realidad, pese al primer tanto de De Tomás, de penalti inventado por él mismo. Eteki lanzó el balón al larguero para recordar que los sevillista­s seguían en la pelea. De Tomás, el único que pareció tener orgullo en los pucelanos, volvió a intentarlo desde lejos, pero su disparo lo detuvo Caro. Entonces Ivi hizo el quinto a pase de Gual ante la pasividad de la defensa visitante, como ocurrió en el sexto, obra de Carrillo. El 47 del Valladolid hizo otro tanto para reducir distancias, pero no salva el sonrojo de todo aquel que tiene corazón blanquivio­leta. Lo de ayer no es otro mal día. La temporada vuelve a ser una pesadilla y alguien debería asumir la responsabi­lidad. Es evidente. Algo se está haciendo mal.

Marc Gual El delantero cedido por el Espanyol hizo tres goles en 45 minutos

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POR LOS SUELOS. Los jugadores del Real Valladolid ayer firmaron uno de los peores partidos que se recuerda al club.

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