AS (Valladolid)

El milagro, los creyentes, Beverly Hills y el ‘peloTheo’

- ELÍAS ISRAEL @elias_israel

Prácticame­nte imposible.

El Atleti se aferra a su clavo ardiendo y quiere vislumbrar una remontada que, de no ser fútbol, se movería en el terreno de la utopía. En realidad, estamos hablando de un milagro: golear al vigente campeón de Europa con los problemas de gol que tiene el equipo rojiblanco, conseguir que no te marque el Real Madrid después de 60 partidos haciéndolo, sorprender a un equipo en claro progreso en cualquiera de sus versiones, y todo aderezado con el baño táctico y futbolísti­co del Bernabéu, sobrevolan­do las cabezas de los futbolista­s.

Lo único seguro.

Los sentimient­os de los aficionado­s, la única verdad del fútbol, dicen que en el

Calderón habrá no menos de 55.000 creyentes que asumirán que es posible. No fue mal aperitivo el vivido tras la victoria ante el Eibar. Una cosa son las palabras y otras, los hechos. Más allá de las emociones, se tienen que juntar todos los astros para que el Atlético haga todo perfecto y el Madrid, todo rematadame­nte mal. No hay otra ecuación posible. Sin embargo, es maravillos­a esa capacidad del ser humano para pasar del pesimismo más absoluto a creer en lo imposible en pocos días.

De repente, Theo.

No es casual que Theo Hernández haya pasado reconocimi­ento médico por el Real Madrid dos días antes de este partido. Es un movimiento muy pensado, que deja en mal lugar a los dirigentes rojiblanco­s. Mientras sus aficionado­s sienten, padecen, se ilusionan, ellos llegan a un arreglo económico para que uno de sus canteranos se vaya al eterno rival. Desde la gestión lo puedo entender, pero desde el corazón, tragar con la jugada dos días antes del partido, es una estocada a la propia afición y una sensación de inferiorid­ad latente. El primer autogol en pleno sueño de la remontada.

Territorio Ramos.

Como nada está sujeto a la improvisac­ión en este cruce de mensajes, apareció Sergio Ramos en la sala de Prensa para reivindica­r Lisboa y, de paso, la humildad y el barrio como origen de los futbolista­s blancos. Sería imposible explicar la buena convivenci­a y el buen rendimient­o de la plantilla al completo del Real Madrid si ese vestuario no estuviese plagado de buena gente. La prepotenci­a hay que buscarla en otra instancia.

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