AS (Valladolid)

“En fiscalidad, un ídolo debe ser el más ejemplar”

- MARCO RUIZ / LA ENTREVISTA

Muchos conocen la dilatada carrera política de Diego López Garrido (Madrid, 1947). Pocos, sin embargo, que antes estuvo cerca de fichar por el Madrid. Prefirió su actividad intelectua­l al fútbol. Ahora, asiste con rubor al fenómeno de los paraísos fiscales y sobre ese tema ha publicado un libro.

Usted es una cara muy conocida de la política. Lo que pocos saben es que, de joven, jugó al fútbol. —Sí, sí… Empecé en el equipo del barrio, el Aravaca CF. Esto era de muy joven. Con unos 17 años jugué un partido contra el Madrid Amateur, que estaba dirigido entonces por Pepe Santamaría… ¡Y me salió el partido de mi vida! —¿De qué jugaba?

—Era extremo derecho. Eso era entonces, cuando los había, porque hoy en día es una especie en extinción. Ahora los extremos son Carvajal y Marcelo. Entonces, eran los Kopa, los Gento... —¿Qué hizo para salirse aquel día?

—Pues marqué dos goles, pero uno fue el mejor que hice en mi vida. Rebasé al defensa y tiré con la derecha por encima del portero. Y Pepe Santamaría dijo: “A por él”. Y entré en un filial del Madrid, que era el Boetticher, que estaba en Villaverde y que cogía su nombre de esta marca de ascensores que ya no existe. Y de ahí podías saltar a lo que era el Madrid. —¿Con quién coincidió allí?

—Había un tal Arias muy bueno… Estuve un par de años. En verano, a Sánchez Barrios, que era el extremo izquierdo, y a mí, nos dijeron que fuéramos al Bernabéu para ver si saltábamos al equipo grande. Sánchez Barrios sí que llegó a jugar con el Madrid. Luego fue hasta presidente del sindicato de futbolista­s… —¿Y usted? —Yo tomé la decisión vital de no ir. Estaba empezando dos carreras, derecho y económicas. Y dije: “Como me meta en el fútbol como profesiona­l eso se acaba y a los 30 años se terminará mi vida laboral, porque los futbolista­s tienen la profesión muy corta. —¿Se ha llegado a arrepentir?

—No, no… Creo que tomé la decisión correcta. No me seducía. Mi actividad intelectua­l me divertía mucho entonces y ahora. —En su libro, ‘Paraísos Fiscales’, pone el foco en esta gran lacra de nuestro tiempo… —¡El foco lo han puesto los periodista­s! Gracias a los filtradore­s ha aflorado esta situación. Hay un antes y un después de los papeles de Panamá. —¿Sí?

—A partir de lo filtrado de Mossack Fonseca, en cuyos papeles aparecían muchas celebritie­s, se ha acelerado políticame­nte todo para combatir el fraude. La opinión pública ha dicho: “Oiga, en plena crisis económica, con la gente pasando hambre y dificultad­es, usted no puede permitir los paraísos fiscales. —De repente nos hemos dado cuenta de que es una práctica que está institucio­nalizada. —Existen unos países que se han convertido en refugio para los defraudado­res, estados que deciden que van a aceptar el dinero que le venga sin preguntar ni de quién es, ni de dónde viene. Y mire, el mayor paraíso fiscal de todos es Estados Unidos. Allí hay estados como Delaware, Nevada o Dakota del Sur, donde vas, registras una sociedad, te pones a funcionar y ya está. Este país ha fomentado históricam­ente esa práctica. Y lo hizo por el déficit que tenía por las deudas contraídas por las guerras como la de Vietnam, y necesitaba que le llegaran capitales. EE UU, por ejemplo, no colabora hoy en día con la OECD y la UE para decirle los evasores europeos que están allí, mientras que nosotros sí tenemos que decirle a EE UU los evasores norteameri­canos que están aquí... —Mal panorama.

—Es escalofria­nte pensar, por otro lado, que las Islas Vírgenes, que son una cosa diminuta, tienen más inversión que todo el Reino Unido. Y todo es dinero que llega para ser evadido. En Europa tenemos países como Luxemburgo, Austria, Irlanda, Holanda… Pero la Unión Europea, a partir del año que viene, impide, al menos, el secreto bancario. —¿Se está haciendo algo realmente efectivo para combatir el fraude?

—A mí me parece muy importante que la Comisión Europea vaya a hacer efectiva una norma que hará que la responsabi­lidad del fraude se extienda a los intermedia­rios. A los abogados que asesoran. La UE empieza a moverse en esa dirección. —¿Quién sale perdiendo con el fraude fiscal?

—Es evidente que la ciudadanía. Algunos tenemos que pagar más porque hay otros que no pagan. Y encima los que no pagan son la gente que más podría pagar. Y cuando ese dinero no llega, tienes peor sanidad, peor sistema educativo… Peores servicios, en definitiva. España, ahora, va a pedir un crédito para poder hacer frente a la paga extra de las pensiones. Se calcula que en Europa se deja de recaudar, al año, un billón de euros por el fraude. ¡Un billón, con ‘b’! —Es terrible…

—Y se calcula, también, que en los paraísos fiscales está depositada, al menos, el 10% de la riqueza financiera del mundo. ¡Más que el PIB de Alemania, Reino Unido, Estados Unidos o Japón! Y hablamos de gente que no sabría qué hacer con tanto dinero a lo largo de su vida para poder gastarlo. Es ridículo. Es la codicia hecha realidad... —¿Cómo asiste a los casos que aparecen en el fútbol?

—Los más sonados son los de Messi y Cristiano, claro. A mí me descorazon­a, sinceramen­te. Porque soy hiperfutbo­lero. Tenga en cuenta que, para mí, el fútbol ha sido una fuente de cohesión familiar (risas). —¿Y eso?

—Dado que mis hijos son del Madrid y yo también, tenemos una fuente de conversaci­ón ilimitada, eterna.

—Y lo de Cristiano, a usted le ha afectado. —Me ha parecido descorazon­ador. El 31 de julio va ante el juez y a ver qué pasa a partir de ese momento. Siempre se dice eso de la presunción de inocencia, que es verdad, pero cuando hay indicios significat­ivos que no ha sacado un cualquiera, sino la fiscalía y la Agencia Tributaria, a eso hay que prestarle atención. —¿Por qué le deja una sensación tan amarga? —Porque son iconos, ídolos. Son un modelo para los niños. ¡Esos, los deportista­s de élite, son los que tienen que dar ejemplo! Y este tipo de cosas produce una gran frustració­n. —¿Recuerda cuando Messi fue a declarar?

—¡Había gente en la puerta del juzgado aplaudiend­o! Yo me quedé alucinado. Aplaudían a una persona acusada de un delito tan antisocial como es defraudar. Porque estás defraudand­o a tus conciudada­nos, a los que están al lado tuyo. —¿Cree que los futbolista­s son realmente consciente­s de que defraudan, o simplement­e se ponen en manos de sus asesores? —Es imposible saberlo. Es difícil saber si son consciente­s de lo que están haciendo, si hay dolo, o si se ponen simplement­e en manos de especialis­tas que les dicen: “No te preocupes, que esto lo arreglamos así…”. Para dilucidar eso deberíamos tener pruebas de las conversaci­ones que se hubieran producido entre ellos. Pero yo creo que hay una responsabi­lidad compartida. Sí que la hay. No sólo del que evade, sino de los que están a su alrededor. Hasta, en algún caso, les habrán incitado a cometer ese fraude. —Podría ser.

—Yo he visto anuncios en internet que dicen: “Traiga aquí su dinero, le garantizam­os la más absoluta opacidad”. Es de chiste...

—¿Cómo cree que afectan estos casos a la imagen del futbolista? —Termina afectando inevitable­mente, claro. Aunque sólo fuera por los niños, no hay derecho a que hagan este tipo de cosas. Y es gente a la que le sobra el dinero por todos los lados. Con los deportista­s de élite e ídolos hay una cierta sensación de impunidad, que es común en las celebritie­s, porque los tratan como ídolos o semidioses y se les permite todo.

—¿De ahí la actitud de Cristiano, queriéndos­e ir de España? —Es la típica actitud de alguien que puede pensar que es diferente. Y todos somos iguales ante la Ley, sin excepción. E imagino que habrá gente para la que no, pero para mí, la imagen se deteriora mucho. En el caso de Messi, pagó y hubo una sentencia. No sé lo que pasará con Cristiano, pero mire, el deporte tiene que ser ejemplar en todo, en el doping y también en el fraude fiscal, porque es donde mira todo el mundo. —¿Ha endurecido su estrategia Hacienda con los futbolista­s en los últimos tiempos? —Lo que se dilucida en el caso de Messi, Coentrao, Falcao, Cristiano o

Di María es si han defraudado. Y eso es lo importante.

Es delictivo si pasas de una cierta cantidad. Y me gustaría decir que luego, hay otro tipo de fraude que raya la ilegalidad. Es lo que yo llamo elusión, la ingeniería de las grandes corporacio­nes para pagar lo menos posible. Ocurre, por ejemplo, con Apple, Google, Amazone, Microsoft y Facebook, las cinco

grandes del mundo. Beneficios que obtiene Apple en España los declara en Irlanda porque allí paga el 12% y aquí el 25%. En esto sí que hay que dar muchos pasos aún.

—¿Usted, gran europeísta, qué papel le da al fútbol como elemento integrador? —Yo lo de crear una selección europea de fútbol lo veo muy bien. Pero, incluso, voy más allá, y digo que cuando vamos a unos Juegos Olímpicos deberían sumarse las medallas de la Unión Europea. —¿No es ir demasiado lejos?

—¡Le ganaríamos a todos! (risas). ¿Y la Unión Soviética o EE UU? Yo, en definitiva, apuesto por la Unión Europea, que es lo mejor que se ha inventado y lo que más fuerza tiene para todo. —¿Cuál sería la medida más afectiva contra el fraude?

—La transparen­cia absoluta. Y mire, leí en el Financial Times que, después de haberlo prometido, la UE no va a dar la lista negra de los paraísos fiscales. Porque dice que, los países, en realidad, se han comprometi­do a cumplir una serie de requisitos que, dicho sea de paso, son bastante inocuos… Con todo, yo soy absolutame­nte optimista en esto. ¡En Europa ya ha desapareci­do el secreto bancario! ¡Incluso en Suiza, donde era casi una religión! Si hay voluntad política, se puede...

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