AS (Valladolid)

Alemania gana con un regalo

Un tremendo error de Marcelo Díaz propició el gol de Stindl La Mannschaft, con el once más joven del torneo, gana la Confecup Dominio estéril chileno

- LEOPOLDO ITURRA

El fútbol es un juego simple: 22 hombres corren detrás de un balón durante 90 minutos y al final siempre ganan los alemanes”. Gary Lineker (1990). Chile no sólo fue el equipo que mejor jugó en la Copa Confederac­iones. Si no que también quien dominó en la final. Pero el fútbol tiene esas cosas que podrían llegar a hacerle creer a uno que Gary Lineker es un filósofo. Un minuto de fatalidad marcó el destino de la Roja y la envió al segundo peldaño del podio. Un descuido le dio a la Alemania 3.0 de Joachim Löw, el equipo experiment­al, el título de la Copa Confederac­iones.

La fatalidad se produjo a los 19 minutos y duró exactament­e 60 segundos. Arturo Vidal probó desde afuera, Ter Stegen dudó por primera y única vez en el partido y rechazo. Alexis sólo tenía que empujarla, pero inexplicab­lemente no le pegó. Los alemanes rechazaron desesperad­os. Llegó el balón al área chilena. Cuando los rojos se aprestaban a iniciar un nuevo ataque, como siempre desde los pies de Marcelo Díaz, el del Celta no miró el retrovisor. Al girar, el alemán Werner le roba la pelota, encara a Bravo y se la cede a Stindl, quien sí la empuja y no falla. Ahí se desniveló todo. Ahí se escribió la historia.

La Mannschaft anotaba en su primera llegada que, técnicamen­te hablando, no fue llegada, si no un regalo. Bravo recriminab­a a Díaz que no se la hubiese tocado, mientras Medel se acercaba a levantar a su compañero. Era el primer gol que recibía la Generación Dorada en una final. Fue un jarro de agua fría del que jamás se recuperaro­n.

La batalla que habían anunciado los técnicos por imponer la presión la ganó Chile desde el inicio. Alemania lo intentó, pero no pudo. Fue así como la Roja visitó permanente­mente a Ter Stegen durante los primeros 20 minutos. Era una fotocopia de lo que había pasado en el partido de Kazán. Y, al igual que en la tierra de los tártaros, Chile no estuvo bien en el finiquito.

Alemania tuvo una resurrecci­ón en los 10 minutos finales del primer tiempo, como para demostrar que la ventaja no sólo fue una cuestión de suerte. A los 53 minutos, Pizzi sustituyó a Díaz y metió en el campo a Valencia, quien había estado en el primer partido contra Camerún. Fue una noche negra para el 21 chileno. Chile transitaba como un zombie y Alemania no se esforzaba mucho por ir más allá y confiaba en administra­r la ventaja. Kimmich casi se va a las manos con Vidal, su amigo del Bayern. El ambiente estaba espeso y Chile, muy confundido.

El aliento apareció desde las cuatro esquinas del Zenith Arena y Chile creció en los 20 minutos finales. A los 70’ Alexis casi logra el empate, pero Mustafi lo trabó justo. Vargas lo tuvo a los 73’, pero fue a las manos de Ter Stegen. A los 79’, el portero del Barça se estiró cuan largo es para desviar con la punta de los dedos el disparo de Aránguiz. En el 85’ Sagal la envió a las nubes desde el área chica y el 94’, Ter Stegen paró una falta de Alexis. Ahí acabó el sueño chileno.

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