AS (Valladolid)

El ‘gigante’ Faber se emborrachó para ganar

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François Faber, campeón del Tour de Francia en 1909, no tenía el biotipo de ciclista de la época. Medía casi dos metros y pesaba más de 90 kilos. Era un grandullón al que apodaron el Gigante de Colombes. Nació en Francia (26-1-1887), pero adoptó la nacionalid­ad luxemburgu­esa de su padre. Su madre era de la Alsacia-Lorena, en ese tiempo del Imperio Alemán.

La localidad de Longwy, que hoy recibe al Tour por sexta vez, estaba en uno de los pocos sectores que pertenecía­n a Francia desde el Tratado de Frankfurt de 1871 tras la Guerra Franco-Prusiana. Faber logró allí dos de las 19 victorias que acumuló en la Grande Boucle, en 1913 y 1914. Esta última dejó una imagen muy cómica: el luxemburgu­és cruzó la meta completame­nte borracho. Faber partió ese día de Belfort desde la décima plaza, con más de siete horas de retraso respecto al líder y posterior vencedor Philippe Thys. Su fuga fue consentida, para desesperac­ión del patrón el Tour, Henri

Desgrange, que no vio con buenos ojos “su acuerdo con algunos camaradas”.

El luxemburgu­és llevaba suficiente ventaja, pero en la última hora de carrera se le vio un comportami­ento extraño. A 10 kilometros del final colisionó contra un coche. Su enorme humanidad cruzó la meta en un continuo zigzagueo. El correspons­al del Sporting relató que llegó “cocido”, que “no encontraba la carretera lo suficiente­mente amplia” y que sólo “su instinto” le permitió acabar “porque no veía ni los árboles”. Faber se había estimulado con alcohol. Unos hablaron de champán, otros de coñac. Quizá bebió ambas cosas. Al día siguiente volvió a vencer, en

Dunkerque. Ya estaba sereno. Faber murió al año siguiente, el 9 de mayo de 1915, en la I

Guerra Mundial, donde se alistó en la Legión Extranjera. Su cuerpo nunca fue recuperado.

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