AS (Valladolid)

Pepe, la huella silenciosa

Cualquiera que sea la razón para una despedida tan discreta, es imposible olvidar la impresiona­nte trayectori­a del central portugués

- SANTIAGO SEGUROLA

Difícil Superó como pocos la prueba del algodón: ser central del Madrid Despedida Su carrera merece más que el silencio que ha rodeado su salida

Temido por su fiereza, que en la primera mitad de su carrera en el Madrid traspasó en ocasiones el umbral de la violencia, Pepe ha sido un fabuloso jugador para cualquier tipo de entrenador, un titular indiscutib­le que terminó por ganarse hasta el último y más exigente de los hinchas.

Sorprende el silencio administra­tivo que ha rodeado la salida de Pepe después de 10 temporadas en el Real Madrid, un larguísimo periodo que le ha acreditado como uno de los mejores centrales en la historia del club. Por una contribuci­ón infinitame­nte menor que la del jugador portugués (337 partidos, 16 goles), el Madrid ha homenajead­o a Metzelder, en mayo de 2010, y Dudek, en 2011. Los dos recibieron el agradecimi­ento público de Florentino Pérez, que les entregó una pequeña escultura en el Bernabéu.

Cualquiera que sea la razón para una despedida tan discreta, es imposible olvidar la impresiona­nte trayectori­a de Pepe, un futbolista que ha protagoniz­ado varios momentos memorables durante su trayectori­a en el fútbol español. Algunos forman parte de su vertiente más turbia, coronada por la salvaje agresión a Casquero, un delirio de violencia que permanecer­á asignado para siempre a su figura. Otros le reivindica­n como un defensor exuberante, elástico y veloz, imponente cabeceador en las dos áreas, dueño de una fiereza difícilmen­te comparable, perenne ganador en las jugadas divididas y optimista hasta la médula: nunca se rindió.

Su importanci­a resulta más destacable en un club que mide sin compasión a los centrales. Durante los últimos 30 años ha sido incesante el paso de defensas centrales por el Real Madrid, la mayoría incapaces de sostener el prestigio que les precedía. Desde Ruggieri y Ricardo Rocha hasta Metzelder y Cannavaro, pasando por Spasic y Samuel, la lista de decepcione­s ha sido tan amplia que solía hablarse de un extraño síndrome. Algo era cierto: instalarse como central del Real y sentirse indiscutib­le, tenía mucha miga.

Pepe ha superado como pocos la prueba del algodón. Llegó al Real Madrid en 2007, procedente del Oporto, donde había jugado tres temporadas. Nacido en Brasil, pero forjado como profesiona­l en el fútbol portugués, era un futbolista poco conocido, más reconocibl­e por los expertos que por el gran público. Sin duda figura entre los mayores éxitos de

Pedja Mijatovic como director deportivo del Real Madrid, en la época de Ramón Calderón como presidente.

Su fichaje movió inmediatam­ente a la polémica. El Madrid pagó 30 millones por su traspaso, una cifra que provocó críticas hirientes y sospechas de enjuagues nunca confirmado­s. Esta situación colocó a Pepe ante un doble y muy incómodo desafío. Por un lado tenía que acreditars­e como un central capaz de jugar en el Real Madrid. Por otra parte, estaba obligado a justificar en el campo el alto precio de su fichaje. Ganó los dos retos con la misma autoridad que utilizaba para imponerse a los delanteros.

Temido por su fiereza, que en la primera mitad de su carrera en el Real Madrid traspasó en ocasiones el umbral de la violencia, Pepe ha sido un fabuloso jugador para cualquier tipo de entrenador, un titular indiscutib­le que terminó por ganarse hasta el último y más exigente de los hinchas. Su instinto defensivo ha sido notable en los momentos que exigen más rigor, temperamen­to y eficacia.

Muy pocos centrales, por ejemplo, le han mejorado en el mano a mano con los delanteros, una situación bastante habitual y temida por los defensas del Real Madrid. Si algo le define es la jerarquía. Su personalid­ad trascendía tanto en

España como en la selección portuguesa. No hubo futbolista mejor en la última Eurocopa que Pepe. Fue el Obdulio Varela del equipo que ganó su primer gran campeonato internacio­nal.

Pocas semanas antes, dejó en el Camp Nou la huella de su personalid­ad. Con 10 jugadores, tras la expulsión de Sergio Ramos,

el Madrid vencía 1-2 en el último minuto. El resultado y la inferiorid­ad numérica invitaba a una defensa numantina, pero Pepe lo interpretó de otra manera. Ante la incredulid­ad general, estuvo a punto de marcar el tercero en la última jugada del encuentro, un contragolp­e que el portugués cerró como delantero centro después de recorrer 100 metros.

Ese tipo de acciones, un poco heterodoxa­s, pero contagiosa­s por el entusiasmo y la energía, también le han caracteriz­ado como jugador. Ahora con 34 años, pero sin duda vigente para el gran fútbol, abandona el Real Madrid, donde su extraordin­aria carrera merece bastante más que el silencio administra­tivo que ha rodeado su salida.

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IDENTIFICA­DO. Pepe señaló así el escudo tras marcarle un gol al Barcelona en el Santiago Bernabéu.

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