AS (Valladolid)

No hay transición

Victoria de Mohoric Muchas caídas Hoy, el Xorret de Catí

- JUAN GUTIÉRREZ LA CRÓNICA

Matej Mohoric triunfó en Cuenca. Igual que hizo en Valkenburg cuando se proclamó campeón mundial juvenil en 2012, o un año después cuando logró el mismo oro en Florencia ya en categoría sub-23. El esloveno todavía está en esa edad, cumplirá 23 años el 19 de octubre, pero como tiene tanta clase y es un alumno aventajado, ayer pudo inscribir su nombre en una grande, la Vuelta a España, con un efectivo ataque en el Alto del Castillo. Poljanski acabó segundo por segundo día consecutiv­o. Y Rojas, tercero. El Movistar tiró otra vez al poste. El grupo principal llegó roto, pero con los favoritos integrados. Las batallas quedaron aplazadas para el Xorret de Catí (hoy) y la Cumbre del Sol (mañana).

Una de las expresione­s que más detestan los ciclistas es la de “etapa de transición”, utilizada para describir aquellas jornadas intermedia­s entre los combates de montaña. La detestan porque en días así suelen toparse con vientos endemoniad­os, malas carreteras o glorietas traicioner­as. Hay etapas de calma, claro, pero un pelotón no sabe con qué puede encontrars­e a la salida de una curva. O incluso antes del kilómetro cero.

Ayer era uno de esos días tranquilos, apropiado para la formación de una fuga, que efectivame­nte se hizo con 14 corredores. El Alto del Castillo, a 12 kilómetros del final, brotaba en el perfil como el punto caliente para el desenlace de la jornada o para un tanteo entre gallos. No se esperaba más, pero no hay transicion­es en el ciclismo. Ya en la neutraliza­da (¿puede haber un momento más sosegado que la neutraliza­da?) hubo una caída que mandó a casa a Van Genechten, ganador en Puebla de Sanabria en 2016, y al coche médico a Rui Costa.

Las caídas no distinguen unas etapas de otras. Ni separan a peones de reyes. Hay ciclistas de dulce que tienen que hacer las maletas por un mal accidente. Fue el caso del eritreo Kudus, segundo en la Ermita de Santa Lucía, que se vio involucrad­o en una montonera a 93 km. Su tobillo sangraba demasiado y el doctor optó por enviarle al hospital. También abandonó Warbasse, el campeón de Estados Unidos.

Ya por la mañana, Betancur no había salido, como anunció el jueves. Tiene un tobillo roto y múltiples cortes faciales, lo que no le impidió acabar en Sagunto. Están hechos de otra pasta, ya saben. El colombiano, quinto en el Giro 2013 y ganador de la París-Niza 2014, había visto frenada su progresión por su mal estado físico. O, más bien, por su abandono físico. Fuera de peso, en los últimos años exhibía más una imagen de exciclista que de profesiona­l. Por fin había salido del pozo, por fin había vuelto con los grandes. Y justo ahí, en un descenso con Contador y Froome, se cayó.

La moto del juez.

Los accidentad­os marcaron el trayecto a Cuenca, aderezado con amagos de abanicos. Nada de dormirse. La subida no defraudó. Belleza y gentío. Mohoric fue el más fuerte. De repente, un fugado rodó por el suelo: Reis. Una moto del jurado le adelantó muy cerca, el portugués cambió de dirección y chocaron. Otra moto. Un problema que afecta demasiadas veces al ciclismo, no es exclusivid­ad de la Vuelta. En plena fuga, Reis había visitado al médico para pedir un protector solar. Contra las motos no se encuentra ningún antídoto. No hubo ni castigo. Los jueces decidieron no sancionars­e a sí mismos.

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BELLEZA Y GENTÍO. El pelotón, a su paso por delante de la catedral de Cuenca, con las calzadas llenas de aficionado­s de la Vuelta.

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