AS (Valladolid)

Aquel día que lancé un penalti en el Calderón...

Lo duro fue cuando intenté pararlo

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No. No he tirado un penalti antes. Jamás. Me han aconsejado, eso sí, antes de enfrentarm­e a éste. “Tú pégale con el interior y fuerte: mejor que vaya alto que no llegue”. Jorge, el guía, el cicerone de antes, se pone los guantes. En una vida anterior, me cuenta, fue portero. Más nervios. Miro alrededor, el estadio vacío y, sin embargo, lleno de mis recuerdos. Mi sitio de prensa, escalón 167 de Preferenci­a, la hierba infinita, el fondo sur. Miro y golpeo. Interior, fuerte. Jorge se deja. Gol.

Se me pasa El arquero por la cabeza. El Arquero y Kiko. El

Arquero y Torres. El Arquero y este fondo. Yo no puedo hacerlo tras un penalti tan birria, aunque haya entrado. Miro a la cámara de AStv. “El Atleti puede contar conmigo para una tanda”, bromeo. Mejor que nadie el Calderón sabe cuánto costaron los penaltis en su última temporada de fútbol. Ocho de catorce errados. Cinco dentro. Ahora me toca ponerme los guantes.

Ahora mismo Oblak soy yo, ahora mismo yo estoy bajo palos. La portería que antes me parecía, bueno, más bien pequeña, para qué negarlo, y eso que yo mido un 1,60 corto, ahora la siento fauce gigante blanca.

Y yo estoy en el medio. Y Jorge, ese que hace dos minutos era un amigo, ahora me mira desde los once metros, con el instinto de un delantero preparado. Lo voy a parar, me digo. Soy Oblak, soy Moyá, soy Courtois, soy De Gea, me intento animar, preparando mi salto, mi parada... Es imposible. Mi cabeza no ha terminado de ir de la “S” a la “o” del Soy, y Jorge ya ha tirado, ha marcado y ha celebrado. Así, tan rápido pasa. Me hace pensar en aquella canción de Extremodur­o. Como la ola que surge del último suspiro de un segundo. Visto y no visto. Miro a mi alrededor: marcar fue fácil (bueno, porque mi portero se dejó), pero siempre podré contar que yo marqué, ¡yo!, el penalti 1.501 del último verano del Calderón. Ese que entró justo antes de lo difícil, intentar parar el 1.502, ese que me marcaron a mí en este día de 30º grados en Madrid, 30 antes de que el tour del Calderón se termine, de que nadie más pueda lanzar uno. Y tampoco pararlo.

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