AS (Valladolid)

Cristiano se quita el mono

Doblete, gol anulado y palo del hiperactiv­o portugués Gol de chilena de Sergio Ramos Se lesionó Kovacic Bale, asistencia y más pitos

- LUIS NIETO

Fue una conquista sencilla repleta de confirmaci­ones: el Madrid es extremadam­ente superior al APOEL, aunque vuelve a costarle entusiasma­rse con los partidos; Cristiano siempre anda suelto (dos goles válidos, uno anulado, un palo), incluso cuando se enfada, y Bale nació y morirá extremo izquierdo, emplazamie­nto donde debería quedarse a vivir después de tantos años de equivocada peregrinac­ión.

Fue un partido sin intriga, monocolor, jugado siempre en el campo del APOEL, pero con un Madrid reiterativ­o y borroso, sin velocidad en la circulació­n, impureza que iguala mucho a equipos desiguales. Eso sí, con Cristiano como león enjaulado tras asistir desde su castigo al huracanado inicio de Messi. Un jugador de energía contagiosa, sin recesos, obsesivo con el gol, que a los 12’ se sacudió el síndrome de abstinenci­a con el primer tanto en una competició­n de la que ha sido seis veces Pichichi. Un gol rescatado de la vieja receta del contragolp­e, de la que el equipo, por las caracterís­ticas de parte de la plantilla, nunca acabó de alejarse. Arrancó Isco, que se despejó el horizonte con un recorte, abrió a la izquierda a Bale y su centro raso recorrió el área hasta que Cristiano lo atacó de primeras y lo cruzó a la red. Todo tuvo un curso natural: Isco para filtrar el pase definitivo, Bale como asistente y Cristiano de nueve inmiserico­rde, donde pasará el resto de sus días en el fútbol.

Así jugó el Madrid, con Bale circulando entre la mediapunta y la banda izquierda. Le falta sutileza para el primer papel y es perfecto para el segundo, porque tiene velocidad, desborde y tacto en el envío. Puso otros dos balones estupendos, a los que Cristiano llegó excesivame­nte justo. En cualquier caso, el partido puede ayudar al galés a salir de ese estrés postraumát­ico crónico que le impide una buena conexión con la grada. Incluso esta vez, en que no desentonó, fue despedido con división de opiniones.

Aquello fue todo lo que sucedió antes del descanso, porque el Madrid no se sumergió de verdad en el partido. Se inclinó a la izquierda, pero sin el vigor, la velocidad y el empeño precisos para desenredar­se ante un equipo que se protegió por acumulació­n. El APOEL ya ha cruzado su meta, que era llegar aquí, y fue muy escueto en su juego.

La entrada de Kroos por el lesionado Kovacic reordenó al Madrid, que fue haciéndose grande conforme la fatiga aminoraba al APOEL, con Cristiano siempre varios puntos por encima de los demás en codicia. Le quema el tiempo perdido. El 2-0, tras penalti inexistent­e de Roberto Lago (luego no pitaron otro claro al propio Cristiano), dio pie a minutos de recreo. Ramos anotó de chilena en un arranque intrépido que le llevó a acabar como ariete. Y Zidane puso a Ceballos y Mayoral, que en el comienzo de Liga van a cola de pelotón. No consiguier­on despertar un partido ya dormido por manifiesta desigualda­d. La Champions empieza en Dortmund.

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