AS (Valladolid)

Pertenece a ese grupo de jugadores que son de cristal

El caso del galés es similar a los Prosinecki, Woodgate, Robben...

- POR JOSÉ GONZÁLEZ

El pasado martes 26 de septiembre, nada más terminar el partido entre el Borussia Dortmund y el Madrid, mi buen amigo Tomás Roncero me pedía un diagnóstic­o sobre la retirada de Gareth Bale del terreno de juego. Le dije claramente que en mi opinión había lesión. Que sin lesión Bale no se retira del campo. Esa misma noche y también en la víspera del Madrid-Espanyol, Zinedine Zidane dijo que eran molestias “sin importanci­a”. Sin embargo, el tiempo me ha dado la razón. El jugador salió dolorido del terreno de juego y las molestias continúan de tal forma que le han impedido estar presente con su selección en dos partidos importante­s de cara al Mundial de Rusia.

En este caso concreto, no me importa que las imágenes diagnóstic­as minimicen la lesión o las molestias. Me da lo mismo que hablen de lesión muscular grado I o II. Lo que realmente cuenta en una lesión muscular es el dolor o la intensidad de la molestia que el jugador refiere. Y cuando las molestias se acentúan con la intensidad del ejercicio físico, lo más normal que puede ocurrir es que la lesión se agrave y se haga mayor. El Real Madrid tiene amplia experienci­a en jugadores con enorme calidad futbolísti­ca, pero a la vez con gran fragilidad muscular: léanse Prosinecki, Woodgate, Robben, entre otros muchos...

Bale, pertenece a esta clase de jugadores y difícilmen­te le veremos disfrutar cinco encuentros seguidos a tope. Sus caracterís­ticas musculares así nos lo confirman hasta la fecha. Por eso, tendremos que aceptar al jugador tal cual es, con sus grandes virtudes y sus carencias neuromuscu­lares.

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