El Pucela es la montaña rusa
Es normal. La afición del Real Valladolid ha sufrido tanto en los últimos años que ante un buen resultado se ilusiona y aspira al máximo, a ascender a Primera en Semana Santa. Después, cuando vienen mal dadas, como en Vallecas, el vallisoletano, el pucelano de corazón, tiende a querer tirar todo por la borda, acude a una supuesta falta de intensidad, o más vulgarmente de huevos, y a la culpabilidad del de siempre, Carlos Suárez. Somos Valladolid que diría el mítico Miroslav Djukic, para lo bueno y para lo malo. El símil de la montaña rusa nos viene como anillo al dedo para explicar nuestros repentinos cambios de sensaciones con el equipo dependiendo de cómo nos haya ido en el último partido. Y lo digo ahora que el equipo goleó al Alcorcón.
Si hablamos de fútbol, habrá que reconocer que este equipo divierte, da buenas sensaciones en casa, pero tiene déficits futbolísticos en algunos aspectos. Especialmente en la cuestión de atacar a equipos que se encierran. Sólo una jugada afortunada puso en franquicia el partido ante los alfareros porque lo cierto es que hasta ese momento, el Valladolid no había creado ningún peligro. Huesca y Rayo también detectaron los problemas del Valladolid y sus dificultades para resolverlos, por lo que esa cuestión es la clave para que el Valladolid pase de montaña rusa a disparadero.