AS (Valladolid)

La entrevista más difícil de mi vida

Edú, localizado en Itu, Brasil

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Si han leído las dos últimas preguntas de la entrevista de la página anterior entenderán el titular de este artículo. La línea divisoria entre el interés de una informació­n, sobre un jugador que en Valladolid dejó un gran recuerdo y del que nunca más se supo, y la sensación de faltar el respeto a una persona que afirma tales cosas y que alguno podría catalogar como de enfermo, es muy fina.

Por ello, he pasado muchos días dudando, preguntand­o a personas, a periodista­s, que sé que me aprecian sobre la idoneidad de publicar esa parte de la entrevista y cómo hacerlo. Finalmente, me decidí a hacerlo así, pero les quiero contar de dónde nacen mis dudas. El pasado verano localicé a Edú Manga (Osasco, Brasil, 2 de febrero de 1967) y nos citamos para hacer una entrevista 20 días después en el aeropuerto de Sao Paolo. Mi felicidad por poder hacer esta entrevista se torció cuando a los tres días comenzó a mandarme fotos de supuestos ovnis en su ciudad y mensajes como los que aparecen en la entrevista. El resto de los días me mandó diferentes mensajes en esa línea que, por supuesto, no me agradaban. Tres días antes de la cita, 17 de agosto en la Terminal 3 del aeropuerto de Guarulhos, cerramos la hora y el lugar exacto para encontrarn­os y le advertí que a mí me interesaba su vida deportiva, a lo que no puso objeción, aunque sí me pidió poder lanzar al final su mensaje. Yo accedí. Nunca puedes decirle a un entrevista­do que no puede decir algo. Sin embargo, Edú no apareció. Apenas me mandó un mensaje de que llovía mucho, su localidad dista 150 kilómetros del aeropuerto. Cuando hablé con él, se disculpó, me preguntó, sólo aquel día, por personas del club como Vicente Cantatore, Antonio Santos y Alberto Marcos, y nos emplazamos para hacer una entrevista bien en Valladolid, planeaba venir a las fiestas, o por teléfono. Evidenteme­nte, a las fiestas no vino, por lo que empezó una aventura para entrevista­rle y para conseguir una foto de él actual. Entrevista­rle no fue tan difícil. Después de decirme un par de veces que no podía realizar la misma por razones extrañas, mantuvimos una charla hasta que, misteriosa­mente, se perdió la comunicaci­ón y ya no pude volver a hablar con él. Sólo por mensajes. Por supuesto, ayer le mandé la entrevista para que diera su visto bueno. Es la primera vez que lo hago, pero no tengo ganas de líos judiciales. Los más difícil, sin embargo, fue conseguir una foto. Tanto que no lo logré. Ninguna de las que me mandó valía. Después de remover Roma con Santiago, gracias a los compañeros de fotografía, logramos un par de fotos para ilustrar una entrevista que ustedes merecían leer.

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