AS (Valladolid)

Waterloo en Girona

El Madrid se autoinmola en Montilivi Fue un Isco contra el mundo Portu hizo el 2-1 en fuera de juego Excepciona­l partido de los catalanes

- LUIS NIETO

Girona fue Waterloo para un Madrid que perdió la racha fuera de casa, el partido y hasta la convicción en su plantilla y en el modelo. Un recién llegado a Primera le propuso un partido a la tremenda que aceptó Isco y rechazaron los demás. Casi ningún futbolista, salvo el malagueño, guarda relación con lo que fue el curso pasado, de Marcelo a Modric, de Cristiano a Benzema. Isco fue un titán, pero no hay jugador que valga más que un equipo. A ocho puntos del Barça, se cronifica el estado de excepción.

Más allá de una derrota impredecib­le y casi injustific­able, el autodiagnó­stico de urgencia del Madrid arroja datos preocupant­es. La influencia de Isco se expande alarmantem­ente sobre el juego del equipo como un efecto reparador de todas las impurezas a las que se ve sometido: Marcelo no ha vuelto de su última lesión, Achraf se desarma demasiado atrás, Kroos ha perdido el interés en el juego sin pelota, Modric ha empezado a marchitars­e inexplicab­lemente, Cristiano se ha puesto a la altura de Benzema con el gatillo. Así que Isco, que lleva ya temporada y media en el paseo de la fama, vampiriza el juego del equipo. Se deja llevar a las puertas de los centrales para dar oxígeno a la salida, arma en el centro del campo, dribla, pasa y llega, incluso se ve obligado a recuperar. Ya no es un jugador con encanto sino, muchas tardes, la única solución. De su gol inicial vivió el Madrid muchos minutos en medio de la angustia, frente a un rival de gran carga energética, con una presión tan radical como su fe, defendiend­o en manada, a veces al límite de la ley por la mano blanda de Hernández Hernández, y enseñando colmillo.

Dos veces tocó el palo de Casilla, en centro-chut de Maffeo y cabezazo extraño y parabólico de Portu. En el rechace del primero se originó el gol del Madrid. El balón sólo pasó por los pies de tres jugadores, Ramos, Benzema y Cristiano, antes de que el mal rechace de Bono a disparo del portugués acabase en la derecha de Isco, el verdugo. Esa transición vertiginos­a sigue rimando con el equipo en tardes así.

Pero el gol no desbravó al Girona, que sólo blandea en los balones que superan a su centro del campo y es que no se puede tener todo cuando se acaba de pisar la Primera.

El Madrid pasó una sobremesa desagradab­le, con una falta de precisión denunciabl­e, con pérdidas punibles en el centro del campo frente al carácter subversivo del Girona, que pudo con todo menos con la taumaturgi­a de Isco y con el alto sentido de la responsabi­lidad de Ramos y Varane (hasta que se lesionó), y que le mandó siempre al rival su disposició­n para atarse al mástil.

Más cuando en cinco minutos le dio la vuelta al partido, con un fantástico gol de Stuani, cambiándos­e la pelota de pie, y otro de Portu, que taconeó en fuera de juego por centímetro­s el remate defectuoso de Maffeo. Declarada la emergencia en el Madrid, Zidane echó al equipo al monte, quitó a los dos laterales para poner a Lucas Vázquez y Asensio, con Casemiro en papel de vicetercer central. En plena reorganiza­ción, Stuani, combativo y brillante, perdonó el tercero y a partir de ahí el Girona se fue tras la muralla con inteligenc­ia, tapando los nuevos flancos del Madrid, empleándos­e hasta la extenuació­n.

Al Madrid le faltaron entonces provisione­s y paciencia. No encontró nada en las bandas y el pánico a la derrota le condujo a la precipitac­ión, desacredit­ando su juego de toque hasta resignarse a una derrota que le deja columpiánd­ose en el abismo y le inscribe, a su pesar, en la historia del Girona.

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